Cuando era niño, mi viejo solía llevarme los domingos al fútbol. Siempre íbamos a la General Norte; ya sea en el Estadio Rodrigo Paz Delgado o en el Estadio Olímpico Atahualpa. Él miraba el partido, pero nunca lo veía. Lo suyo era la tribuna, su campo de batalla. Él era quien comandaba el mítico grito: "¡Por La Liga! L-I... G-A... ¡Li, Li, Li, Ga, Ga, Ga, Universitaria!" El verbo "hinchar" significa vibrar, gritar, gesticular, doblar, duplicar, enroscar; mientras que el sustantivo "hincha" designa, por lo tanto, al fanático. El fanático es el hincha en el manicomio; susurra plegarias y maldiciones, salta con el desconocido que grita gol a su lado, y tiene la manía de desafiar la lógica en nombre de la pasión.
Después de 14 años, Liga Deportiva Universitaria conquistó su segunda Copa Sudamericana el pasado sábado 28 de octubre al vencer al club Fortaleza de Brasil, sumando así su quinto título internacional. La emocionante final se resolvió en una tanda de penales, donde la figura destacada fue el cancerbero heroico, Alexander Domínguez, quien atajó 3 penales, evocando el déjà vu de la Copa Libertadores de 2008. Los clubes ecuatorianos han ganado la Copa Sudamericana más veces que los clubes de otros países del continente; a excepción de los equipos brasileños y argentinos.
Pero no toda nueva estrella que se borda en el escudo de una camiseta ilumina por igual al resto de aficionados del fútbol de clubes. En el balompié ecuatoriano, siempre han existido dos 'potencias' regionales en constante conflicto y disputa por mantener una hegemonía tanto a nivel dirigencial, institucional y deportiva: Pichincha y Guayas. El fútbol de Pichincha ha sido responsable de los 8 títulos internacionales que tiene el Ecuador: 5 de Liga y 3 de Independiente del Valle. A diferencia de los equipos del Astillero, estos éxitos han sido el resultado de directivas sólidas que han mantenido la lealtad a la ideología del club, respaldando tanto los talentos humanos como los procesos deportivos y administrativos.
El hincha habla en plural; este jugador número doce sabe muy bien que es él quien sopla los vientos de fervor que impulsan la pelota cuando ella se duerme. Aquellos domingos de fútbol estaban marcados por los detalles más simples: buscar entre los aficionados a la persona que vendía el canguil, esperar con ansias el momento de desplegar la bandera gigante que cubría toda la General, disfrutar de la 'ola' del público o, simplemente, pedirle a mi viejo que vuelva a gritar: '¡Por La Liga!'