Para quienes somos curiosos de la política, el populismo constituye un fenómeno de difícil comprensión y explicación. A diferencia de otras ideologías de la modernidad, como el liberalismo, el comunismo y el anarquismo, el populismo no se asocia con una de ellas de forma clara y definitiva. Revisando algunos trabajos relevantes sobre el tema, encontramos que el populismo consiste en enfrentar un “pueblo entero” con una “élite corrupta” por medio de discursos difusos e inmediatistas, en los que prima la idea de oponerse a la política tradicional a cualquier costo, con un mensaje que impresiona de forma sorprendente a la mayoría de la sociedad.
América Latina, desde hace cerca de ocho décadas, ha experimentado diferentes tipos de populismo, en tanto que en Ecuador dicho movimiento se lo vivió durante los Gobiernos de quien fuera cinco veces presidente del país, aun cuando solo logró concluir un único período presidencial, el doctor José María Velasco Ibarra, quien, por cierto, también por dos oportunidades se declaró dictador. En tiempos recientes se incluye a Abdalá Bucaram y Lucio Gutiérrez, quienes tampoco terminaron sus períodos presidenciales. Esta en duda, y de forma argumentada, la saga del Gobierno de Rafael Correa, debido a que no hay una definición clara de su propuesta, puesto que sabemos que eso del socialismo del siglo XXI no tiene argumentos ideológicos que sustenten el quehacer político, y esto inclusive, en su momento, lo alertó el destacado filosofo ecuatoriano Bolívar Echeverría.
Ernesto Laclau señala que siempre aparecen estos movimientos populistas en el contexto de una crisis del modelo hegemónico y coloca en tensión a los dominantes y dominados de la sociedad. En esta época de elecciones observamos que dicho discurso, sin ideología clara, carente de un contenido programático específico, ausente de claridad en sus posiciones ideológicas, está presente en gran parte de los candidatos presidenciales que nos ha tocado en las elecciones que estamos experimentando. Lo que la experiencia nos dice es que nunca los gobiernos populistas nos han dejado bien parados, ya sea por el abuso y debilitamiento que hicieron de las instituciones del Estado o por el manejo poco claro de las finanzas públicas.
Ojalá, por bien del país, no salgamos con un “domingo siete” este próximo 7 de febrero, eligiendo a algún candidato populista que nos ofrecen de todo, hasta plata en mano, otros dicen bajar los impuestos, también traer vacunas nos han prometido a cambio de nuestro voto, todo esto por encima de un mínimo de principios ideológicos y políticos. No hay que olvidarse que la política es la expresión de la razón, de la ética y de la inteligencia en beneficio de la sociedad. Votemos pensando en mejorar la educación, la salud, el empleo, la economía y otros elementos que están ligados al bienestar de toda la sociedad; para esto, es la política y las elecciones. (O)