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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Pomada de marihuana

26 de abril de 2018

“Venga, venga, venga; acérquese y adquiera ¡ya! la pomada de marihuana con alacrán. No espere más, la pomada de marihuana con alacrán para curar los dolores.

Lleve por un dólar la pomada de marihuana y por 1,50 la pomada de marihuana y la sangre de drago. Todas sus enfermedades y dolencias quedan curadas”.

Fue el día del sopor UV nivel 15. No alcancé a ver a aquel vendedor popular, solo divisé el celaje de la camioneta Toyota tipo años 80, que circulaba con la novedad por el centro de Portoviejo, mi ciudad, lugar febril donde se abraza lo fantástico con la hiperrealidad.

Mientras se alejaba el eco del megáfono, pensé que una cantidad de vendedores pasan todos los días frente a mis oídos, y que la nueva oferta había capturado mi atención por la mención de la palabra marihuana, moralmente condenada hasta hace poco, a no ser que alguna abuela la pronunciara usando el blasón de la edad, para conseguir la hierba con el propósito de macerar el aguardiente y emprender la frotadera de las piernas reumáticas.

Después de averiguar, supe que la pomada de marihuana con alacrán con registro sanitario se vende hace tiempo en los centros naturistas y hasta la ofrecen en los buses, lo que significa que la materia prima es conseguida de manera más o menos fácil y en las cantidades suficientes. Dicho lo anterior, se colige que la palabra marihuana ha salido del clóset y está circulando en todas partes.

Pero en realidad no son solo los pregoneros y comerciantes populares los que la están naturalizando, pues en estos días las redes sociales, operadas por grupos institucionalizados de comunicación, han enunciado el tema de la despenalización del consumo de las drogas. Con ello la gente comienza a tomar posición acerca de si se debe despenalizar al menos el consumo de la marihuana, para golpear los precios y legalizar el negocio, como única forma de destruir el comercio ilícito ligado a carteles y a la narcoviolencia.

Respecto del tema, me parece que en el trasfondo se encuentran dos problemas medulares que superan lo moral: el primero tiene que ver con el interés de los centros capitalistas de capturar las ganancias por el consumo de la droga. El segundo, con la crisis del proyecto humanista e ilustrado, que apostaba a la educación y la racionalización de las masas. Al descartar este proyecto de modernización, el nuevo proyecto hegemónico apuntaría a la apropiación del capital irregular apoyado en una estrategia moralizante y en una sociedad de masas, movidas por la alucinación y lo sensorial. (O)

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