El rito de paso hacia la feminidad que significa la menstruación marca a las mujeres; todas recordamos cuando manchamos nuestra prenda interior apenas siendo niñas adolescentes. A partir de ahí, entramos a una etapa reproductiva que no se conduele con nuestra edad y madurez real; sin embargo, mes a mes se presenta este hecho que, visto desde algunas perspectivas, constituye algo molesto, sucio, limitante o vergonzoso. Esa visión negativa termina contaminándonos; pero, en las últimas décadas, se ha ido resignificando la menstruación como algo natural y un proceso que posibilita el ciclo de vida.
De cualquier modo, las mujeres, o mejor dicho la personas que menstrúan, deben enfrentar varios hechos asociados a la menstruación, uno de ellos son los constantes costos que significa el acceso a toallas sanitarias y productos de limpieza.
Una legisladora de Izquierda Democrática presentó un proyecto de ley acerca del acceso que deben tener las personas que menstrúan, sobre todo en condición de vulnerabilidad. Enseguida se encendió el avispero y algunos hombres opinaban en redes sociales que es algo innecesario, se desataron las burlas y odiosas comparaciones poniéndose ellos como el modelo de lo biológico que no requiere ninguna atención especial. Señalaron que es un proyecto populista, debido a que no merece la pena ninguna política pública al respecto.
La politización de los cuerpos es un hecho claro en el feminismo, e implica que la menstruación, por más biológica que sea, merece una reflexión social y política acerca de las implicancias que acarrea. Hay personas que viven la menstruación con mucho dolor, espasmos e incomodidad porque padecen problemas de diverso tipo; hay mujeres que debemos tolerar que se burlen porque supuestamente “estamos en esos días” lo cual significa que la locura o excentricidad se ha instalado en nosotras. Pero ahora resulta que plantear una política pública para el acceso rápido y gratuito constituye una “novelería” y un acto de “populismo”: el discurso de poder patriarcal no tiene límites.
Ventajosamente las mujeres estamos también en la Asamblea, no en la paridad que deberíamos, pero ahí se debatirá y decidirá la oportunidad de esta política que, a no dudarlo, ayudaría a gestionar mejor la menstruación en las personas de bajos recursos, así como a desmitificar este tabú.