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El Telégrafo
Antoni Gutiérrez Rubí

Política móvil

01 de marzo de 2015

Ya hay casi tantos móviles como personas en el mundo. El último Ericsson Mobility Report reveló que, en el cuarto trimestre de 2014, la cifra de suscripciones móviles superó los 7 mil millones, mientras que la población mundial según se observa en el curioso Population Clock de la oficina censal norteamericana se situaría en 7,2 mil millones. Móviles y personas aumentan a ritmo vertiginoso, las suscripciones móviles lo hacen a un 5 % anual y la población a una persona cada 14 segundos.

Los smartphones, aunque hoy no representan ni la cuarta parte de la cantidad total de móviles, están creciendo a una velocidad anual que es, por lo menos, tres veces mayor que la del total de teléfonos móviles. Un estudio reciente de eMarketer ha previsto un crecimiento mundial del 16,8 % de usuarios de smartphones para 2015, lo que supondría que, a finales de año, seremos 1.900 millones de usuarios de teléfonos inteligentes. Ericsson, por su parte, estima que, para 2020, el 90 % de la población mundial mayor de 6 años tendrá un smartphone.

En Ecuador, los números siguen la tendencia. Se estima que hay cerca de 19 millones de celulares en funcionamiento en el país, lo que supone una tasa de penetración del 121 %. Sobre penetración de teléfonos inteligentes, la Encuesta de Tecnologías de la Información y la Comunicación del Instituto Nacional de Estadística y Censos de finales de 2013, arrojó, en aquel entonces, que ya el 16,9 % de las personas con teléfono móvil eran usuarias de smartphone, lo que representaba un crecimiento del 141 % respecto al año anterior.

El smartphone se universaliza. Es cuestión de tiempo, de poco tiempo.

El smartphone ya está presente en nuestra vida cotidiana, desde que nos despertamos hasta que nos acostamos. Cada vez viene con más funciones incorporadas, tan sólo cabe comparar el popular Nokia 1100 del año 2003 (con su linterna y poco más) con el último modelo de iPhone. Y a esto hay que sumarle el universo de aplicaciones móviles que son desarrolladas día tras día –en 2014 se registraron, según el blog App Figures, 1,43 millones de aplicaciones en Google Play y 1,21 millones en App Store–. Los smartphones podrían compararse con las navajas suizas, en cuanto a las características que las hacen singulares: polifacéticas, polifuncionales, verdaderas multiherramientas.

El móvil se hace omnipresente. Lo usamos para casi todo y, en efecto, nuestro sentimiento de dependencia aumenta. Un estudio de TomiAhonen Almanac, citado por el blog de Oracle, señalaba que los usuarios consultan el teléfono una media de 150 veces al día. La nomofobia (anglicismo proveniente de «no mobile phone phobia») se impone como la nueva patología social del siglo XXI.

El Mobile Lifestyle es, seguramente, el concepto más transformador del comportamiento social e individual que hemos conocido hasta ahora.El celular ya no es un artefacto de lujo, sino una herramienta que guía nuestras vidas. Pasamos de «el móvil» a «lo móvil». Las pautas de consumo están atravesadas por lo móvil, tal es así que en los sitios de comercio electrónico más populares casi el 40 % de las ventas se realiza a través del celular. También tienen su papel en nuestros hábitos más saludables. Un estudio de Flurry descubrió que el crecimiento de las healthy apps fue, en el primer semestre de 2014, un 29 % más alto que el del resto de aplicaciones. Y, por último, también se han transformado los hábitos comunicativos. WhatsApp, la aplicación de mensajería instantánea por excelencia, ya ha superado los 700 millones de usuarios activos mensuales y se estima que viajan, a través de ella, aproximadamente 30.000 millones de mensajes al día. «Móvil» es uno de los nuevos adjetivos de moda. Todo se vuelve móvil… incluso la política.

Reducir la comunicación política a la publicidad nos aleja de la conversación. Además, la publicidad requiere de ciertos controles en política. Pero… las conversaciones no se pueden controlar, como tampoco se pueden controlar a los jóvenes que en 2017 podrán votar en Ecuador y que han nacido con un móvil en la mano. La política debe adaptarse a esta realidad imparable e iniciar una acelerada migración digital hacia entornos vitales nuevos. Debemos encontrarla en nues­tro móvil, de la misma manera que encontramos nuestro banco, a nuestros amigos o nuestro traba­jo. La política tiene que pasar de las sedes a las redes, de la calle a los celulares. No comprender el fenómeno móvil puede resultar un error grave. Y entenderlo, una gran oportunidad. La tecnología móvil ofrece un abanico enorme de posibilidades y, además, está en constante desarrollo e innovación. La batalla de los próximos años será… móvil.

El envío masivo de SMS viene siendo parte de los kits de herramientas de campaña desde hace algún tiempo. No obstante, este método, aunque muy usado, a menudo puede no ser tan eficaz como se supone. En cambio, el envío de correos electrónicos, que es percibido como menos intrusivo que el SMS, sí puede resultar una táctica eficaz. Según un estudio de Pew Research Center, el 36 % de todos los usuarios de teléfonos móviles comprueba su correo en el teléfono y, en el caso de usuarios de teléfonos inteligentes, el porcentaje se eleva al 87 % .

A esta comunicación vía SMS y/o e-mail, se suma la posibilidad de comunicarse a través de los servicios de mensajería instantánea. En Latinoamérica, según una encuesta de Ericsson, el 67 % de los usuarios de móvil utiliza aplicaciones como WhatsApp o Line. Sin embargo, pese a su relativa universalización, aún son pocos los partidos y candidatos que se han animado a utilizarlas como herramienta de comunicación política. Sólo el candidato uruguayo Luis Lacalle Pou incorporó WhatsApp para la segunda vuelta: «En estos días que quedan para la segunda vuelta, en estos 22 días que quedan, me gustaría estar unidos por WhatsApp», decía en un vídeo. Y, en las elecciones brasileñas, Aécio Neves, el candidato del Partido de la Social Democracia, difundió un video en grupos de WhatsApp, también a falta de pocos días para los comicios. El uso y diseño de estrategias de comunicación con WhatsApp –la aplicación que domina el mercado– para la organización, comunicación y creación de nuevas políticas… será decisivo.

La tecnología móvil ofrece también posibilidades para mejorar la coordinación de los equipos de campaña. Desde los grupos de WhatsApp, para movilizar a militantes y voluntarios, hasta aplicaciones móviles para facilitar la gestión del «puerta a puerta». Ya en 2010 el equipo de campaña del Partido Demócrata utilizaba una aplicación móvil que les indicaba a los voluntarios dónde había que ir y les permitía, también, registrar la predicción de voto de cada vecino.Nuestros ciudadanos no están cautos ni cautivos en términos de comunicación.

Más dispositivos equivalen a más datos. La tecnología móvil le abre paso al microgeotargeting. Por ejemplo, durante un concierto en el Grant Park de Chicago, el equipo de Romney colocó distintos anuncios en los teléfonos inteligentes, unos para los asistentes al concierto y otros para los que estaban en las proximidades.

Los celulares ya no sólo saben qué hacemos y decimos, sino también dónde estamos. Datos, datos y más datos. Hay más especialistas, pero los espectadores, dicen, saben, opinan… tiene mejor información. El cambio de modelo se encamina hacia el modelo de la abundancia. La gestión estratégica de esta información, de lo que se conoce como big data, permite identificar patrones de comportamiento e hipótesis de respuesta a los estímulos, la acción y la comunicación política. El contenido digital se convierte en la nueva sangre de Internet.

Por último, la comunicación móvil es en tiempo real, es instantánea. Esto le permite a la política reaccionar de inmediato ante las situaciones inesperadas o los nuevos escenarios, ya sea con los equipos de campaña para movilizar recursos humanos o nuevos contenidos o con toda la ciudadanía para, por ejemplo, dar respuesta a una acusación.

Como señala Ignacio Escolar, director de eldiario.es, «por ahora, los cambios que la tecnología están provocando en la política se notan más en la sociedad que en las instituciones: en las movilizaciones que en los gobiernos». De seguir así, esto puede convertirse en la nueva brecha digital de la política formal, pero de cambiar puede significar la transformación definitiva del ecosistema político.

El nuevo poder es el tiempo de las ideas. Se vive en diálogo y conectado. Relaciones, coordinación, datos, rapidez… y emoción. La nueva política (y las nuevas campañas) deberá adaptarse al fenómeno móvil y aprovechar, lo mejor que pueda, todas sus posibilidades. Es tiempo para que la política entre, también, en nuestro dispositivo más personal e íntimo: la pequeña pantalla de nuestro celular.

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