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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

La política en las calles

13 de noviembre de 2019

Sin previo aviso y sin distingo de ideologías, los pueblos se expresan en las calles porque saben que esa es la última arena que les queda para incidir en poner sus agendas. Ese es el común denominador de lo que ha ocurrido en Chile, Bolivia, Haití, Ecuador.

La política contenciosa es una clara expresión de disconformidad social; sin embargo, según estudiosos de los movimientos de acción colectiva, no basta con las injusticias, el descontento o la frustración de las masas, sino que debe existir una base de capacidades organizacionales y habilidades para usar recursos de infraestructuras sociales preexistentes. No toda acción colectiva es desplegada siempre por un movimiento social; para que sea tal debe tener una identidad construida, debe definir tanto a su oponente como delimitar el campo del conflicto, de acuerdo con Alain Touraine. Si no concurren estas tres condiciones se trata de conflictos de otros niveles.

La total espontaneidad de la acción colectiva entonces no es tan diáfana y, frecuentemente, ocurre que son acciones que tienen un nivel de organicidad, aunque un margen de espontaneidad siempre es posible. En este contexto, hay que entender el debate sobre la posibilidad del denominado “golpe de Estado”, que son los términos que han entrado en juego, tanto en Ecuador como en Bolivia.

El alcance de las protestas difiere entre uno u otro país; mientras Chile despliega una lucha tan amplia que tiene como meta la reestructuración de la sociedad a través de una nueva Constitución, en el caso de Ecuador la lucha se circunscribió a la derogatoria de un decreto, aunque posteriormente la Conaie ha ampliado el campo de la disputa al modelo económico. En el caso de Bolivia y de Haití, en cambio, la intención ha sido exigir la renuncia de su presidente.

El pensador boliviano Luis Tapia plantea que los movimientos sociales tienen potencial de transformar la sociedad. Quienes son parte de estos movimientos se han cambiado a sí mismos y frecuentemente ya no pertenecen a la cultura dominante, por lo cual el movimiento social implica la reconstitución de sujetos, y cambios en su propia subjetividad, según Tapia. (O)

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