Analizando el tema de la Policía en debates y entrevistas con oficiales, policías que me escriben, ministros, representantes de la comunidad, expertos como Fernando Carrión y Lautaro Ojeda, y hasta con el mismo presidente Correa, he llegado a una serie de conclusiones sobre la forma como el país enfrenta la experiencia del 30S, sobre la problemática estructural de esta institución y el uso del polígrafo desde su conveniencia.
Focalizar el 30S tan solo en una sublevación policial o un golpe de Estado sería un error histórico para el país y para la sociedad, si no queremos ver el trasfondo de una relación macabra de crimen organizado, Policía, justicia y políticos regionales de zonas rojas, es porque no hemos aprendido la lección. La Policía requiere una reestructuración, modernización y depuración profunda.
La problemática estructural exige la profesionalización policial, de poco sirve la inversión si no hay gente entrenada; también la implementación de una policía comunitaria y un plan de mercadeo de la carrera, porque parece que solo atrae en la Sierra y eso genera falta de personal en otras regiones, traslado de policías a lugares desconocidos, desarticulación familiar, sobrecostos y corrupción en el trámite de los pases.
Es evidente el progreso en vivienda, pero décadas de abandono hacen que esto tome tiempo y dinero. Los sistemas de inteligencia, criminología, laboratorios y tecnologías, vitales en materia de seguridad, eran nulos u obsoletos; el proceso de adquirirlos y montarlos obedece a estudios técnicos y requiere también tiempo y dinero.
La decisión reciente de poner la Policía bajo el mando civil le exige rendir cuentas como cualquier otra institución, lo que a su vez supone un proceso de ajuste mental y no solo administrativo. Finalmente el espinoso tema salarial, de acuerdo con la información del Gobierno, se está llevando a cabo según el proyecto de nivelación programado, pero como esto también obedece a unos tiempos no deja de ser sensible.
Lo anterior muestra que hay avances en ciertas áreas y que hay una interrelación de elementos, unos tocan más al ser humano que otros, por lo que hay que verlo con visión sistémica; por eso cuando se habla de implantar el uso del polígrafo, no como herramienta de apoyo, sino como método para depurar la Policía, yo opino “desde la sala de mi casa” que por ahí no es la cosa, que me parece políticamente inconveniente, que se deberían medir las consecuencias, que la gente lo que espera es la modernización de la Policía para combatir el crimen y la corrupción y que eso no lo resuelve el polígrafo.