“¿En qué parte del ideario de AP o de la izquierda latinoamericana se dice que siempre se tiene que confrontar?”, preguntaba Augusto Barrera en el programa Enclave Política, defendiendo lo que caracterizó como una ‘pedagogía del diálogo’ impulsada por el gobierno de Lenín Moreno.
Es cierto que ninguno de los idearios señalados plantea una ‘pedagogía de la confrontación’ como opuesta al diálogo. Pero lo que efectivamente sí sostiene, tanto la izquierda latinoamericana, cuanto el Plan Nacional del Buen Vivir 2013-2017 y el programa de gobierno de AP 2017-2021, es la transformación de las relaciones de poder. En este último se reconoce esto, incluso, como premisa del protagonismo de la sociedad.
Es decir, no se trataría de una ‘pedagogía de la confrontación’ en oposición a una ‘del diálogo’, sino de la confrontación como resultado de una práctica encaminada a modificar relaciones desiguales de poder a todo nivel, que incluiría el diálogo. La historia de la RC nos ha mostrado que cuando se agotó el diálogo en torno a alguna política que afectaba intereses, incluso de sus aliados, ellos se convirtieron en opositores y el diálogo en confrontación.
La pregunta de fondo es, entonces, si la ‘pedagogía del diálogo’ y las acciones derivadas de ella se orientan a transformar las relaciones de poder en un país que aún exhibe estructuras injustas de dominación, o, por el contrario, está contribuyendo a diluir la centralidad de esa tesis en la gestión gubernamental.
Hay que señalar, en primer lugar, que el concepto de relaciones de poder no estuvo presente ni en la carta de Lenín Moreno a Doris Soliz del 30-03-2016, ni en su discurso de posesión presidencial ni lo ha estado durante su gestión de estos tres meses. A diferencia del programa de gobierno que sostiene que “hay que profundizar en las transformaciones”, para Moreno el país ya estaría materialmente transformado. De lo que se trataría es de transformar al individuo. Y la herramienta no es el debate, sino el diálogo.
Pero esta ‘pedagogía del diálogo’ que construye el imaginario de una confraternización general, no elimina las relaciones asimétricas de poder. Y lo que se evidencia al respecto es que las decisiones económicas ya tomadas por el gobierno de Moreno contradicen este imaginario al inclinar la balanza a favor de los poderes dominantes.
Además, ¿en qué parte del programa de gobierno de AP se ofrecen acuerdos con la banca incluyendo el dinero electrónico, austeridad fiscal, reducción de la inversión pública en un 25% del PGE, agenda económica enmarcada en el neoliberalismo resultante de un diálogo y una política social ya no orgánicamente articulada a la política económica?
Es indudable que la orientación hacia la transformación de las relaciones de poder inherente a la RC se está eliminando en la gestión gubernamental. ¿Se está retornando acaso a la cabeza de Jano del país de los 90 que pretendía combinar derechos sociales y neoliberalismo económico? (O)