Una de las actividades o tareas que suelen pasar desapercibidas o con no adecuada repercusión es la que tiene que ver con el trabajo voluntario, que lo realizan individuos, organizaciones, empresas e instituciones donando aquello que es más valioso: el tiempo, y que lo hacen con generosidad, sin esperar una recompensa económica.
Estas reflexiones vienen a colación por mi asistencia, durante el fin de semana pasado, a una Conferencia de Distrito Rotario en la ciudad de Manta, donde una vez más pude aquilatar el empuje y la trayectoria de las personas que entregan tiempo, recursos, trabajos, y lo hacen con un fin altruista, en los diferentes campos de su accionar: educación, salud, saneamiento ambiental, medio ambiente, cultura, etc.
Pero también pienso en los trabajos que nadie quiere hacer y que han estado como un peso gravitante sobre los hombros de los trabajadores migrantes en diversas latitudes.
Otra de las reflexiones que vienen a mi mente tiene que ver con la abnegación y entrega que realizan en el cuidado de las personas que están a su cargo, como los hospitales, las maternidades, los asilos, las prisiones, y es que buena parte del voluntariado está integrado por mujeres, son ellas las que con enormes dosis de amor, de paciencia, de dedicación, de tesón, logran encontrar soluciones en lugares que muchas veces han perdido ya las ilusiones y la capacidad de soñar.
Cuando visitamos hospitales, casas de salud, casi siempre están las mujeres en el ejercicio de esos quehaceres, y lo hacen por su voluntad propia, con alegría y determinación.
Por todo ello, mi homenaje a todas las personas que de una u otra manera están inmersas en las labores de voluntariado, que hace que las vidas de otras personas se transformen, que adquieran dimensiones nuevas, que vuelva a existir la esperanza, que los rostros esbocen sonrisas que perduran por largo tiempo. (O)