Hay una industria regional que, lejos de verse afectada por el covid-19, aumentó sus índices. La pobreza en América Latina. no sólo no reacciona a todos los tratamientos que se le vinieron aplicando durante décadas, sino que disparó su producción durante la pandemia, tal como estaba en los presupuestos de cada uno de los gobiernos al decidir congelarlo todo.
Pero una cosa es la letra fría de un decreto o la frase banal de un discurso y otros muy distintos son los números que acaba de brindar la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) que prevé un incremento de la pobreza del 10,8% en Argentina, 7,7% en Brasil, 7,6 en México y un 5,1 % en Ecuador. Porcentajes que, según el organismo, sumarán más de 16 millones de nuevos pobres a los casi 67 que ya viven en condiciones de carestía, de acuerdo a un trabajo que presentó junto a la Organización de las Naciones Unidad para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Cifras que se traducen en historias personales lacerantes, y en el incremento de males endémicos como el delito de todo tipo y color y la corrupción en todas sus formas. Esto mientras los que tienen responsabilidad de Estado siguen sumando en la cuenta del Coronavirus que abrieron en la columna del Debe.
A imaginarse pues los resultados que arrojará ese balance del ejercicio 2020. Muestras sobran. A mano tenemos, la ciudad argentina de Rosario, la segunda del país, en la provincia de Santa Fe. Registra ocho víctimas fatales por covid-19 y 204 asesinatos en lo que va del año, 49 de los cuales se perpetraron en los últimos 60 días, según información oficial. Y no hablamos de Colombia, donde las organizaciones criminales siguen reemplazando al Estado a la hora de impartir su voluntad en muchas localidades del país.
Pero en la ciudad de Lionel Messi, el narcotráfico campea a sus anchas y lo peor es que la mirada de los rosarinos comienza a acostumbrarse a semejante paisaje. Ya se le podría preguntar a algún ciudadano oriundo de Medellín, de San Pedro Sula (Honduras) o Sinaloa (México) qué pasa cuando el ojo la vida se habitúa a ver transcurrir la vida a sangre y fuego.
Ahora, cuando ya comienzan a caer los números de las otras pandemias más longevas y familiares, es cuando deberíamos comenzar a relatar las historias que se van acumulando. Y entonces sí, podremos decir, sin el más mínimo orgullo y cargados de tristeza, que somos autores prolíficos. (O)