Dícese que durante miles de años miraron y miraron hacia arriba, al telón oscuro inconmensurable, en el cual flotaban los astros con forma de estrellas, con forma de luna, con forma de sol. Fue un tiempo largo, los de allá, los de acá anduvieron poseídos del universo cósmico y todo cuanto pensaron e hicieron, tuvo que ver con lo contingente y el infinito; con la incertidumbre del caos que habitaría después del horizonte, hasta donde alcanzaba su mirada, tan pequeña como la de una hormiga.
Todos los cantos, las plegarias, los símbolos, absolutamente todo, estaba traspasado por la idea de que el mundo era un rosario inmenso y vivo, en el que estaban. Un lugar en crecimiento y sin centro, sin jerarquías, interdependiente y articulado.
Mucho tiempo después apareció la idea de que el Homo sapiens era superior a lo demás, incluso al Sol mismo. Los del Mediterráneo se imaginaron astro y se colocaron en las sienes el juego de su luz. Destruido el pensamiento sagrado cosmogónico, apareció el antropocentrismo, ideología que concebía a los humanos como verdaderos dioses, capaces de descubrir las leyes que rigen el cosmos, para ponerlas a su servicio, con el fin de construir un mundo paralelo de carácter artificial. Pretendieron dos cosmos: el natural objeto y el artificial ordenado y sometido. La ciencia, la tecnología y religiones antropocéntricas, estarían al servicio del tamaño de aquel proyecto que desafiaba lo inimaginable.
Dícese ahora que una tarde de la historia, los hombres y las mujeres del mundo comenzaron a salir de su morada artificial, para buscar agua, maíz y cebada, ya inertes sus jardines interiores sin poder parir semillas fértiles. Sedientos al salir, inevitablemente miraron la tela negra del infinito matizada con las lumbreras. Y perdidos los diez mil años de memoria, ineficiente la razón pura, plantearon la misma pregunta incivilizada: ¿De dónde venimos y cuál es nuestro fin en el universo? A lo lejos se escuchó la voz imposible de una hormiga poeta, que no paraba de fluir.
Parece cuento, no lo es. Muchos pensadores y aun científicos vaticinan el regreso a un pensamiento cosmogónico y sistémico, que destronará el antropocentrismo. (O)