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El Telégrafo

Plásticos y políticos

20 de noviembre de 2011

Uno de los hechos más desalentadores para los que disfrutamos con la naturaleza es la omnipresencia de las basuras plásticas. Hace unos meses recorrí muchos kilómetros en el interior de Marruecos. El campo, con sus pequeñas hazas cosechadas a mano, los haces a lomos de burros, me recordaba la España de mi infancia.

Pero con una gran diferencia: por todas partes, incluso en los más perdidos rincones, se advertían bolsas de plástico. Me ha pasado luego, en menor medida, cerca de los escasos pueblos de Baja California Sur. Y lo vivo con disgusto en la interminable playa de Doñana, libre de urbanizaciones, pero siempre sucia, por mucho que se limpie, pues el mar aporta cotidiana y contumazmente los residuos plásticos vertidos en otros lares.

¿Por qué hay tantas bolsas de plástico abandonadas? Entre otras cosas, porque apenas cuestan nada. En cualquier zoco marroquí te entregan tu compra en una bolsa que no pagas, y te darán otra la próxima vez que acudas. ¿Por qué guardarlas? Incluso donde nada sobra, las bolsas de plástico se desprecian. Hay evidentes razones ambientales que tienen para la mayoría menos peso que las económicas. Pero por muchos motivos hay que reducir el uso de estas bolsas. Me gustó, pues, que la pasada primavera el Gobierno andaluz planteara un impuesto sobre las bolsas de plástico de un solo uso no biodegradables.

Más me han complacido sus efectos en la gente. Admito mi irritación (contra mí mismo) cuando voy a comprar y se me ha olvidado llevar una bolsa, lo que me obliga a pagar 0,05 euros por otra. Pero constato que cada vez se me olvida menos. Y contemplo satisfecho a mis vecinos que, como yo mismo, a la hora de recoger su mercancía sacan la bolsa, o el saquillo, que traen de casa con ese fin. Entiendo que al aprender a reutilizar las bolsas nos volvemos mejores ciudadanos, e ingenuamente pensaba que cualquiera podía verlo así.

Por supuesto, admito el disgusto de los fabricantes de plásticos, que denuncian como desgracia la previsible caída de la demanda (pero eso es lo pretendido). Lo que no esperaba, sin embargo, es la ácida crítica al impuesto planteada hace unos días por el líder andaluz de la oposición. Lo vi en televisión. Eliminar ese impuesto, vino a postular, puede y debe hacerse, pues es antisocial y negativo para la economía. ¡Por cinco céntimos de euro! Más que sorprenderme, me asustó. Quizás nunca tan magro dinero educó a tanta gente, y lo quieren quitar. ¿Hacia dónde vamos?

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