La novela de Albert Camus, La Peste (1947), representa como metáfora los males sociales en la forma de una plaga que diezma a la población, que genera pánico, que devela el egoísmo humano pero que, así mismo, muestra la solidaridad y bonhomía como virtudes inmanentes. Acaso una peste saca lo bueno de los hombres para recuperarnos socialmente, es una lectura. El libro deja entrever, sin embargo, que la peste puede ser recurrente y que debemos estar preparados a enfrentar un nuevo ciclo de ella.
La peste en Latinoamérica es la corrupción. Desde México hasta la Argentina vemos con asombro, espanto e indignación, una lastimosa situación, lacerante e indignante. Los gobernantes y su entorno han robado, a manos llenas, el dinero del pueblo. Ellos se han enriquecido descomunalmente, al tiempo que el pueblo pena por comida, por acceso a la salud, por acceso a una educación digna, por disponer de una mínima jubilación.
La última década ha sido nefasta en la historia de Latinoamérica y particularmente en Ecuador. Los gobiernos de Peña Nieto en México; de Colom, Pérez Molina y Morales en Guatemala; del binomio Ortega-Murillo en Nicaragua, de Martinelli en Panamá; de Chinchilla en Costa Rica; de Toledo, García y Kuczynski en Perú; de Santos en Colombia; de Bachelet en Chile; de Morales en Bolivia; han estado mancillados de corrupción en mayor o menor grado.
Categoría aparte, por la sordidez, por lo descomunal, por el cinismo, representa el latrocinio de los gobiernos de Chávez y Maduro en Venezuela; de Kirchner y Fernández en Argentina; de Lula da Silva, Rousseff y Temer en Brasil; de Correa en Ecuador. En éstos, un populismo voraz, disfrazado de izquierda, expresión del llamado Socialismo del siglo XXI, devastó el erario nacional y ha sembrado de prófugos y presidiarios el período pospresidencial. En Venezuela el latrocinio y la tiranía continúan.
En La Peste, es el médico Rieux el personaje noble y sacrificado que prevalece; en nuestros lares, la fiscal Diana Salazar y la jueza Daniella Camacho se perfilan como representantes de una justicia por la que clama la sociedad ecuatoriana.
¡Ya basta de la peste de la corrupción! (O)