México sustituyó a Colombia como centro continental del criminal y suculento negocio del narcotráfico, con toda su secuela de violencia, criminalidad, enriquecimiento ilícito, corrupción y todas las plagas que la humanidad sufre y repudia.
Como el destino final de la droga son las sociedades consumidoras, es hasta lógico que junto al país de mayor mercado del mundo, USA, México sea la antesala del perverso negocio.
México paga y con creces la pésima vecindad, con la desconcertante paradoja de que en el país mestizo botan la basura, los cadáveres y la sangre, mientras los anónimos gringuitos, capos de los carteles "made in USA", se repletan los bolsillos, y los consumidores disfrutan de la libertad de mercados y de entorpecimiento cerebral.
A Latinoamérica el tráfico de drogas la destroza socialmente, ningún país puede controlar el crimen organizado que germina en torno a esta degeneración, el dinero fácil atrapa a nuestros jóvenes y muchos terminan victimados por sicarios, se invierte sin utilidad alguna fortunas en cuerpos policiales, armamento, cuerpos de inteligencia, mientras las redes de los gringos lavadores y beneficiarios de dinero mal habido disfrutan de impunidad.
Todo el mundo conoce la inmensa capacidad tecnológica de los cuerpos policiales norteamericanos y por eso desconcierta que a diferencia de los carteles y capos de Colombia, Centro América, México, perfectamente identificados, muchas veces perseguidos, a veces capturados, los rubios no aparezcan.
Pero nadie conoce ni se sabe siquiera si son perseguidos los carteles y capos del país en el que circula y consume la mayor cantidad de dinero producto del tráfico de drogas y la venta de armas.
México es hoy la víctima de un negocio que enriquece a los traficantes norteamericanos en una historia que tuvo una etapa anterior, en que los gobiernos si no eran cómplices por lo menos eran negligentes y contemplativos.
Cuando ya es muy tarde, el actual gobierno de Felipe Calderón, con energía, ha decidido un combate frontal a los siete carteles mexicanos (ver google): Allí no aparece una sola palabra sobre los capos y cartelistas de los Estados Unidos, porque ellos guardan una protección hasta de identidad.
Qué diferencia de la época cuando regía la “ley seca” y los traficantes de alcohol, todo el mundo sabía de la existencia de Dillinger, Al Capone, Nilli, Corleone, como después se sabía del colombiano Pablo Escobar o de los mexicanos “Tormenta” o “Chapo” Guzmán. Los actuales gánsters gozan de impunidad.