Frente a la vorágine de los desarrollos tecnológicos y la emergencia de un conjunto de disciplinas innovadoras, tanto los Estados como las sociedades, cautivados, suelen soslayar los viejos saberes o restar importancia al estudio e investigación de las complejas relaciones entre los seres humanos. Este deslumbramiento ocurrió en el país cuando durante el Gobierno anterior el Estado privilegió las carreras técnicas debido a la deficiencia de profesionales en esta área, no obstante, terminó relegando las ciencias sociales y humanidades.
En este contexto adverso, la Universidad Central de Ecuador, gracias a la visión y empuje de su rector, Dr. Fernando Sempértegui, creó la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, integradas por las carreras de Sociología, Ciencias Políticas y Trabajo Social ya existentes, con la proyección de crear nuevas carreras. En esta semana se realizó un congreso internacional para celebrar 50 años de estas carreras, pues a pesar de que integran recientemente la novísima facultad, tienen una trayectoria a cuestas.
En el Congreso se debatieron las dinámicas de las ciencias sociales en la actualidad, los procesos políticos y sociales actuales, los temas concernientes a universidad y autonomía, y reflexiones a partir del centenario de la Revolución rusa. En la Conferencia inaugural, la académica argentina Maristella Svampa caracterizó la dificultad de acumulación del legado de las Ciencias Sociales en América Latina ocasionada por la desvalorización e invisibilización, conjuntamente con lo que denominó una vocación antropofágica por devorar lo ajeno. Esto supone moverse en el paradigma del ‘no aún’ que acarreamos los latinoamericanos y particularmente sus académicos e intelectuales; significa que vemos nuestras sociedades y actores como incompletos, porque aún nos falta llegar a la ansiada modernidad del norte.
En contraposición a esta visión neocolonialista, Svampa identifica cuatro tradiciones de ‘notable espesor’ en nuestra región: el debate de la dependencia; el tema del desarrollo; el lugar de los pueblos indígenas en el Estado nación; el retorno de los populismos. Pero aquí, afortunadamente, no se acaba el debate, puesto que están en el escenario ahora mismo diversas perspectivas críticas como los estudios de la subalteridad representada por Silvia Rivera Cusicanqui; el poderoso concepto de la decolonialidad del poder representado por Aníbal Quijano, Santiago Castro Gómez, Edgardo Lander, Walter Mignolo; la perspectiva posdesarrollista que integra tanto los lenguajes feministas como ecologistas, representada por Arturo Escobar; y las epistemologías del sur acuñadas por Boaventura de Sousa Santos.
De acuerdo a Svampa, es necesario y posible crear puentes entre las diversas perspectivas debido a que comparten un pluralismo epistemológico, una crítica al reduccionismo dualista y un compromiso por el pensamiento crítico. Por toda esta riqueza, no cabe que la novísima Facultad de Ciencias sociales y humanas se encasille en un solo paradigma conceptual. Su tendencia actual es retomar la tradición del pensamiento de la Escuela de Sociología de la Universidad Central, pero abrirse a las nuevas perspectivas críticas aquí señaladas. (O)