Para hacer un bosquejo del momento que atraviesa la economía mundial, debo señalar que Estados Unidos no logra consolidar su proceso de recuperación tras los catastróficos efectos generados por el estallido de la llamada ‘burbuja inmobiliaria’, que luego derivó en la Gran Recesión de los años 2008-2009, situación que estremeció los cimientos de la economía planetaria, proyectándose sus efectos hasta la actualidad.
El crecimiento registrado en 2013 apenas alcanzó el 0,1%, muy por debajo del 2,5% proyectado por el equipo económico de la Administración Obama, y a la vez el desempleo se mantuvo por encima del 6,2%.
La economía norteamericana es la más grande del mundo, al generar bienes y servicios por un valor superior a los 15 mil millones de dólares, representando más del 23 % del Producto Interno Bruto mundial, a lo que se agrega su alta capacidad tecnológica y científica que se refleja en sus reconocidos sectores de investigación y desarrollo.
Datos recientes dan cuenta de que durante 2013, Estados Unidos fue el país que registró la mayor cantidad de patentes de invención en todo el planeta al totalizar 148 mil, muy por encima de Japón, que ocupó el segundo lugar con 54.200. En tanto que Alemania -el motor de la economía europea- aportó 16.700, mientras que China sumó unas 7 mil patentes. Eso es un reflejo de la alta dotación técnico-científica estadounidense.
Téngase en cuenta que en los últimos 3 años, Estados Unidos ha aumentado notablemente su capacidad de producción energética, tanto en petróleo como en gas natural mediante el llamado método de fracturación hidráulica (fracking), que consiste en la perforación de un pozo vertical en el cual, una vez alcanzada la profundidad deseada, se inyecta agua a presión para facilitar que el petróleo y el gas se abran paso entre las rocas.
En la Unión Europea se reconoce que la economía se encuentra afectada por serios problemas de productividad y empleo. En efecto, la Comisión Europea (órgano ejecutivo del citado esquema de integración) así lo ha expresado: “La productividad de la UE está nuevamente degradándose, en comparación con Estados Unidos, mientras el desempleo sigue siendo una cruda realidad para el 11% de nuestra población económicamente activa”.
¿Y qué decir de China? Su crecimiento económico podría verse por debajo de la meta programada por su Gobierno, al situarse en el 7,4%, cuando la meta proyectada para el cierre de este año era del 7,5%.
Li Keqiang, primer ministro chino, no vacila en reconocer que aunque “la economía está generalmente estable y vemos cambios estructurales positivos, las presiones a la baja siguen siendo grandes y no podemos ser complacientes”.
El frágil proceso de recuperación económica que experimenta Estados Unidos, más la caída de las inversiones productivas en la Unión Europea y la acentuada ralentización de la economía china son señales inequívocas del advenimiento de nuevos tormentos monetario-financieros a nivel global.