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El Telégrafo
Xavier Guerrero Pérez

Personas y sus rasgos

25 de marzo de 2022

Alejándome de los temas económicos, políticos y jurídicos que me apasionan; me tomé tiempo para reflexionar en aquellos factores que definen a algunas personas. Es curioso que, a mi juicio, lo que ha imperado e impera no necesariamente sean atributos que se puedan emular, sino que sobresalen aquellos que, lamentablemente, suscriben como verdad irrefutable esa injusta y perversa idea, histórica de paso: somos diferentes ¡Yo lo dudo!

 

Por ejemplo, aquellas personas que se caracterizan por actuar bajo “doble estandar”: en ocasiones (generalmente cuando está ante los demás) actúan de una manera, y luego (en privado) actúan de otra manera. Me he preguntado: ¿En toda su vida han actuado así? En realidad, me sorprende tal accionar. De hecho, veo con asombro la habilidad de quienes van por la vida con, al menos, dos máscaras (y no hablo de las mascarillas para protegerse de la covid-19). Debe ser extenuante. Pero también todo un desafío, dado que, como dicen nuestros mayores: “la conciencia traiciona”. En suma, considero que estas personas terminan siendo esclavas(os) de un pésimo hábito, y todo para “complacer a todos”. Lo paradójico es que quizá no puedan complacerse a ellas(os) mismas(os).

 

También tenemos a aquellas personas que se identifican por ver todo bajo la lupa del dinero. Para ellas(os) todo “es plata”, como dicen. Veamos dos ejemplos: a) que hay que realizar un trámite, la respuesta es “¿Cuánto hay? ¿Cuánto debemos ofrecer para que nos otorguen el mismo?; y, b) que hay que buscar “la papa” todos los días trabajando digna y honradamente, y se vuelve necesario y hasta socialmente obligatorio brindar contingente a quienes más lo necesitan, la respuesta es ¿Y quién nos paga lo que vamos a invertir? ¿Somos beneficencia? Si nos detenemos en el vistazo, no todo es negativo. Por un lado, el entusiasmo, la vehemencia, la claridad del objetivo, la persistencia… son atributos, son virtudes loables y dignas de ser imitadas; aunque en los dos ejemplos se estén usando para fines materialistas. Por otro lado, subrayo la destreza para reducir todo (incluyendo la alegría y la felicidad) a “unas cuantas monedas”. Me pregunto ¿Se saciarán si alcanzan el dinero que desean? ¿Persiguen cada vez tener más dinero? ¿Todo es dinero?

Sobre lo anterior, la respuesta la apunto hacia dos personas que implícitamente la han absuelto, una en la vida real y otra en el mundo cinematográfico: el expresidente de Ecuador Rafael Correa decía, las veces que recordaba sus experiencias con la comunidad salesiana: “(…) no necesito ni mucho dinero, ni poco dinero. Tan solo lo necesario para vivir con dignidad”. (Debo precisar que si lo cito al exmandatario es porque él, como todos, incluyéndome, tienen sus luces y sus sombras, y, bajo ninguna consideración, podemos ni discriminar, ni satanizar ni mucho menos excluir a alguna persona por sus sombras. Perdón, pero si fuese así, o todos nos discriminamos o  entonces pedimos al cielo una aureola); y, en la película Forrest Gump, el protagonista dijo: “Mi mamá decía que un hombre solo necesita un poco de dinero para vivir; el resto es solo para presumir”. Es más, pensaba una y otra vez en una frase que tiene tanto poder: “hay que soltar para poder fluir”. Inclusive, horas después en redes sociales una usuaria decía: “si no sueltas, todo lo que tienes sujeto se pudre, y esa situación te rodea y creas a donde vayas y te muevas ese ambiente (donde ni las moscas se pegan)”. De ahí que, es incomprensible pasar toda la vida buscando amasar o tener “cada vez más”. Veo casos de personas que tienen dos o hasta tres trabajos, simultáneamente, y, como lo dice el Evangelio: no hacen ni uno bien y todos lo terminan haciendo mal. ¿Vivirán en alegría? ¿Serán felices? ¿Cuándo alcanzan un monto importante de dinero, tal vez dan cabida a la voz de la señora conciencia que dice: ¡Hasta cuándo!?

 

Hablar sobre alegría y felicidad sería una labor titánica, por el factor espacio. Únicamente señalar que el Papa Francisco ha abonado al tema, con lucidez, claridad y didáctica, especialmente porque su mensaje no está exclusivamente destinado para cristianos católicos. Cierro estas breves líneas sugiriendo meditar en tres elementos: el primero, considero que sí es posible el deseo del cantante Gian Marco inmortalizado en su tema: “Yo no soy diferente”; pensar en que podemos tratarnos como y entre iguales, rompería barreras, trazaría puentes y daría inicio a dejar atrás desigualdades que alejan y que descartan; lo segundo, leer y disfrutar de la Encíclica Papal Evangelii Gaudium; y, lo tercero, no todo es dinero, no todo es ir conociendo personas y mostrando una persona que no se es, y pretendiendo que el nivel de astucia que se tenga podrá siempre con la ingenuidad y la buena onda de las personas. Para quienes somos creyentes, después de este mundo viene el encuentro con el buen Dios, donde no hay “palancas” ni dinero para torcer el veredicto divino. Y, para quienes no son creyentes, bueno, creo que existe el karma.

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