Nadie podría estar en contra de la adopción de medidas correctivas para evitar el caos que provoca el tránsito en Quito y, más aún, cuando viene acompañado del drama que supone la pérdida de vidas humanas.
Las sanciones están vigentes y los operativos en marcha, lastimosamente la ciudadanía no entiende de otra forma, sin embargo, cualquier medida que se tome, fallará si no es aplicada con proporcionalidad y rigor legal para todos los ciudadanos, y es ahí precisamente, cuando se empiezan a torcer las personas y sus acciones.
En medio de tanto control, la pregunta es ¿quién controla a los controladores? porque, dado que no estamos en Finlandia, con sanciones más drásticas, la gente estará dispuesta a proponer coimas y sobornos con más “fuerza y entusiasmo”.
El operativo per se no es la única medida, paralelamente el municipio tendrá que iniciar una campaña de concienciación orientada a la seguridad vial y por supuesto a la denuncia pública de cualquier tipo de corruptela, hay que facilitarle la interacción al ciudadano, sin obstruir o burocratizar el trámite, para que su denuncia sea efectiva y eficaz, solamente así, los funcionarios de Quito Honesto podrían dedicarse a controlar y detener los vicios de la contratación pública municipal que, es donde verdaderamente "las papas queman". Verbigracia los contratos del Metro o la urgente revisión de los términos y condiciones de la contratación de los radares y el sistema en su integridad.
El ejercicio de la autoridad exige criterio, no se trata de martirizar al ciudadano a rajatabla, si fuera así, tendría que expedirse una ordenanza para infractores que contemple aislamiento, tortura y flagelación en una plaza pública y con ello, los admiradores de Nerón podrían satisfacer sus izquierdosos prejuicios y revolucionarios traumas.
Cuando sugerimos una campaña comunicacional, señor alcalde Pavel Muñoz, hablamos de respuestas técnicas adecuadas y no ese despropósito de imitar a Abdalá Bucaram en sus monólogos con Suso, las copias, en el ámbito de la comunicación corporativa, corren el riesgo de transformarse en burdas caricaturas, lo cual deja en pésimo predicamento a los socialistas del siglo XXI, cuyos líderes siempre han tenido un estilo propio para hacer el ridículo.
En el Municipio de Quito hay mucha tela que cortar y cabezas que rodar, la gestión no está a la altura de las circunstancias, los presupuestos no se ejecutan, las empresas están a la deriva, el nivel de los concejales es paupérrimo, con las jóvenes excepciones que confirman la regla como los concejales Campaña y Aulestia.
Al final del periodo, sería una catástrofe para la capital, corroborar una vez más, que el socialismo del siglo XXI, no es un fracaso económico, sino un saqueo exitoso.