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El Telégrafo
Mariana Velasco

¡Pero qué me cuentas!

19 de abril de 2023

En situaciones de crisis y violencia como las que vive Ecuador, vale la pena reflexionar sobre la impotencia y dolor al ser testigos qué para mafias y delincuentes, la vida no vale nada; esa violencia que años atrás se escuchaba sobre Colombia o México, jamás imaginamos vivirla en carne propia. De allí que miles de ecuatorianos prefieren no escuchar noticias bajo la creencia que afectan su salud mental, mientras otros, prefieren esquivar la paranoia.

En este tipo de escenarios, la naturaleza humana tiende a esperar hechos y situaciones gigantescas, titánicas, grandiosas, voluminosas, colosales, imponentes, extraordinarias, descomunales y excesivas para sentirse conmocionado y pospone  una  serie de acciones sencillas como agradecer por respirar, abrir los ojos un día más, dar buen uso al olfato, mirar la sonrisa de los nietos, sentir el abrazo del compañero de vida, como detonadores para recuperar el gozo de vivir al descubrir las pequeñas cosas que permiten despertar esa capacidad de asombro, que todos poseemos.

Todos a nuestro alrededor, tenemos a esa persona amiga, compañero, pariente, colega o cómplice qué con carisma y cierta magia, narra sus historias envueltas en terciopelo o papel de regalo para elevar el espíritu hasta las nubes y, mortales como somos, apenas alcanzamos a balbucear ¡Pero qué me cuentas!

El asombro, es ese sentimiento que tenemos ante algo grandioso que desafía nuestra comprensión del mundo, como maravillarnos ante la perfección de un bebé recién nacido. Cuando se experimenta esta emoción, las personas suelen usar expresiones de admiración, sorpresa o trascendencia ante la facultad para sorprenderse ante lo nuevo y aprender de ello. Esta capacidad- que no considera edad, raza, género, ni condición socioeconómica- se vincula también a la adaptación de los individuos ante un entorno cambiante, ya que el asombro deriva de un giro de las expectativas.

Los seres humanos transitan por períodos espléndidos, así como difíciles y desérticos; épocas cada vez más duras como la vivida en la pandemia y el nivel de violencia que  experimenta nuestro territorio, generan hastío, inquietud y agotamiento emocional. El covid 19 enseñó a la humanidad a descubrir las pequeñas cosas que llenan de fascinación y deslumbramiento que, a su vez, permitió volver a sentirnos vivos. Y si aún usted no logra, debe seguir en el intento hasta sentir ese cosquilleo que le anuncia que encontró algo que le resulta mágico.

Para muchos, el no poder optar por el ritual acostumbrado —caminar— ni tampoco otras actividades que antes le agradaban: ir a la playa, disfrutar de amigos, salir a bailar, coronar montañas o viajar, generó la sensación de que ya nada era interesante. El desafío está en recuperar esa emoción de sorpresa, maravilla o admiración ante algo fuera de lo común.

Entre la prudencia y humildad, concédase el permiso para desearlo y anhelar esa sensación de ser capaz de estar en comunión con algo más grande que uno. Suena fácil y requiere esfuerzo, porque tener capacidad de asombro es parecido a utilizar un músculo; si cada vez con mayor frecuencia, optamos por esa mentalidad, el proceso será más fácil. Nada forzado resulta.

La clave es buscar cosas, situaciones, incluso circunstancias que le maravillen y confiar en que las va a encontrar y rendirse a la fascinación que siente en los momentos cotidianos. Hay quienes vibran con los detalles que ofrece un barista - profesional especializado en el café de alta calidad-, que trabaja creando nuevas y diferentes bebidas basadas en él, usando varios tipos de leches, esencias y licores, entre otros.

Puede ser que lo que le resulta placentero sea muy simple. La mayor parte del tiempo, nos decimos que todo tiene que ser grandioso, cuando en realidad, podemos solo relajarnos y vivir vidas bastante sencillas. ¿Qué le reconforta? Mirar cómo juegan y viajan las nubes, el azul del cielo, dar un paseo, compartir un café con las amigas, tomar clases de baile, leer un buen libro, caminar, ir a un museo o de compras. Al hacerlo rompe la rutina.

Para algunas personas, ese momento reconfortante también puede hallar en un lugar de culto o en mirar la luna y no abstraerse de las estrellas y planetas que están en el firmamento. Observar con regularidad las fases de la luna es algo sublime, magnífico e imponente y el mejor regalo a los sentidos, cuando la naturaleza lo permite. Es sencillo y el hecho de levantar la cabeza y mirarla no cuesta nada.

Hay quienes dedican tiempo para meditar aunque hay que estar consciente que las reglas no están hechas a la medida de cada persona. Adaptarse al tiempo y circunstancias, es hacerlo de forma distinta. Usted es quien gerencia su vida y sabe cuándo, dónde y cómo hacerlo. Lo importante es procesar las situaciones que le inquietan en un rincón del cerebro.

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