La propuesta de Ley de Comunicación, donde se plantea que no es necesario la profesionalización para ejercer el periodismo, abre un antiguo debate entre las ciencias puras y las blandas.
En otras palabras, se requiere un arquitecto para construir una casa, pero no se precisa un periodista para realizar una entrevista. Lo uno es ciencia, lo otro lo puede hacer cualquiera, parecen decirnos.
El país está lleno de pseudoperiodistas, quienes, grabadora en mano, son nuestros mediadores con la realidad (siguiendo a Jesús Martín Barbero). Son verdaderos lanzafuegos. Y, hay que decirlo, son los causantes de nuestra ignorancia, aupados por algunos dueños de radios a los que les da igual moler discos o vender salchipapas.
Obviamente, esto contradice con todo el trabajo, básicamente en los medios impresos, de una adecuada preparación, aunque aún falta el avance hacia especializaciones: es aún frecuente que, cada cierto tiempo, los periodistas roten por la sala de redacción.
Un editor de Cultura, por ejemplo, debería tener una maestría en Artes para entender las últimas propuestas contemporáneas, a riesgo de seguir pasmado.
Sin olvidar que los camarógrafos o fotógrafos puedan acceder a una maestría en antropología audiovisual, que ya se oferta en el país. De lo contrario, ¿cómo realizar un documental sin caer en el racismo o en el prejuicio rampante?
En otras palabras, el debate debería ser por mayores exigencias de estudio o, en pocos meses y sin ofender, nos dirán que un maestro mayor puede estar expedito para realizar la construcción de un puente, sin los cálculos adecuados que únicamente se aprenden en la academia.
Mientras en otras partes del mundo se debate en desmontar la estructura aparente entre social, político y económico (Abrir las ciencias sociales, coordinado por Immanuel Wallerstein), o hace tiempo Ernesto Sabato ya nos advirtió sobre los hombres y los engranajes -él tan desencantado de la física- acá seguimos en la torpeza de que quien ejerce el periodismo no necesita título (flaco favor a las propuestas de la Senescyt).
Por eso, me sumo a la pregunta de nuestro articulista Werner Vásquez Von Schoettler: ¿por qué tenemos una programación televisiva mediocre, racista, machista y con cero propuesta investigativa? En este tema, cuando el debate de los medios públicos está en la mira, no podemos actuar como el cangrejo.
Se requieren profesionales de la comunicación y los que tienen su título no pueden contentarse con 20 años escribiendo en la misma sección, a la espera de una medalla. Ese es el reto.