Si algo hay que reprochar al Gobierno del Presidente Lenín Moreno, es la sensibilidad que posee a la opinión pública y a la de los críticos. No se puede gobernar ni tomar decisiones y al mismo tiempo cuidar la reputación, tratando de complacer a la crítica basada en la pasión y la ignorancia.
Hay que seguir decidiendo desde la teoría de la gobernabilidad, desde las disciplinas científicas y la honestidad, y no a partir de lo que repiten los guacamayos desplumados de los medios y redes.
Este es el Gobierno que más golpes ha sufrido en la historia del Ecuador. Tuvo y tiene todo en contra: inicia con déficit fiscal; no tiene partido ni grupo político que le respalde… está solo. Recibió a un país quebrado; terroristas nos arrebataron compatriotas; la justicia estaba secuestrada; adolece de la otrora corrupción; hubo la infame sublevación incivil de todos los tiempos instigada por gente macabra; el barril de petróleo cuesta menos que algunas conciencias; ha lidiado con ataques cibernéticos y ahora le azota la peor crisis mundial en 80 años.
Sin embargo, ahí lo tenemos dando la cara, no sin sus errores. No se ha ido, no ha renunciado a los problemas, además, tuvo la bizarría de desenmascarar al gobierno anterior. Me pregunto ¿qué desean los opositores? Otro gobierno hoy no sería mejor. ¿O quieren escuchar que “con Rafael Correa todo estaría perfecto”? Oh, sí… eso quieren.
Aún así, a la administración de Lenín (que ustedes mismos detractores, eligieron y siempre es bueno recordarlo) le dan duro y encima hay que aguantar los fuera de tono de Fernando del Rincón. Él, entrevistador de CNN en Español, garriendo le pregunta al Secretario de la Presidencia, Juan Sebastián Roldán, “¿Qué se le responde a una mujer que ha perdido a cuatro miembros de su familia?” y, yo replico, ¿quién tendrá la respuesta a semejante pregunta?
El gallo solitario del narcisismo sale del rincón más obscuro y desde allí no se puede esperar nada más que cloqueos lejos de la ética periodística. A más de insultar la inteligencia de muchos y satisfacer a la manada de los ciervos, no aportó en nada. (O)