Llegamos al final de este 2020, que será recordado como el año del Coronavirus, en el que seguramente tenemos que lamentar pérdidas, y en el que espero que hayamos encontrado el tiempo para reflexionar, para pensar en tantos temas que son importantes y que nos deben conducir a mejores formas de actuar, de conducirnos como seres humanos y como colectividades.
Lo importante es recordar que, además de los temas coyunturales que todos tenemos que resolver, hay otros, importantes, que se mantienen a lo largo de la vida de las personas y de los pueblos, y a los que debemos darle la importancia debida y buscar las capacidades para enfrentar esos retos que devienen de los mismos temas que podemos plantearnos o no, pero que están ahí, que permanecen.
Me refiero a aspectos que tienen que ver con la sustentabilidad del planeta, con la necesidad de actuar en conjunto, gobiernos e individuos, si es que queremos tener un planeta en el que habitar, si es que lo queremos legar a las generaciones venideras.
La necesidad de pensar en la “casa grande” como un todo que funciona con la armonía de las partes, es vital, ahí viene la obligatoriedad de pensar en mantener el equilibrio que necesitamos para sobrevivir como especie, procurando reducir, reusar, reciclar.
Otro tema sustancial, que rebasa los propósitos de fin o de comienzos de año, tiene que ver con el rol que la educación juega en la vida de los países. Fortalecerla es fundamental, yo diría que crucial. Sin educación de calidad los países no tienen futuro; las experiencias de algunos países que decidieron invertir importantes recursos en educación, son una demostración de la revolución y cambios que se puede propiciar.
Otro aspecto que no podemos dejar de lado en estas reflexiones de fin de año, tiene que ver con la lucha contra la corrupción. Un imprescindible si queremos conseguir los propósitos que como colectividad, como nación, nos proponemos. Sin esta lucha, los recursos serán siempre insuficientes, la fe pública decae y la vigencia de los valores se vuelve un mito.
Lo coyuntural del año que se inicia, son las elecciones, pero no deja de tener relevancia enorme en un país como el Ecuador, que le apuesta cada cuatro años, a la esperanza, a la salvación, al cambio de timón, que se deja seducir por las ofertas y que no se fija en la vida pasada de los candidatos. Pues bien, en las actuales circunstancias que vive el Ecuador, la necesidad de pensar y repensar en estos temas es vital. (O)