La discusión respecto de las teorías que configuran el entorno societal es de trascendencia mayor en la óptica de entender e interpretar el oleaje de la historia, desde su cíclico andamiaje.
Dicho de otra manera, la exploración de las verdades relativas se antepone con interrogantes que demandan respuestas contundentes.
Tal vez así se pueda explicar, de alguna manera, la prevalencia de la sociología en el marco de la existencia de las sociedades en sus estadios cambiantes y dinamizadores. Y, en tal contexto, el aporte meritorio expuesto por los estudiosos de los fenómenos sociales, políticos, económicos y culturales.
Por ello, es pertinente reivindicar la palabra fértil y audaz de Agustín Cueva Dávila (Ibarra, 1937-Quito, 1992), circunstancia esta que ha sido acogida y recogida por el Ministerio de Coordinación de la Política y Gobiernos Autónomos Descentralizados, a través de la publicación que integra la Colección Pensamiento Político Ecuatoriano, dirigida por ese otro insigne escritor: Fernando Tinajero.
Hay que relievar, entonces, el profundo contenido analítico de los ensayos de Cueva, en sus diversas connotaciones, cuyo denominador común gira en el referente marxista de indiscutible actualidad.
La concepción de los problemas de nuestros pueblos traspasó la mirada chauvinista, sin que ello implique un pleno reconocimiento sobre la constante preocupación por traslucir su aporte intelectual en el escenario latinoamericano y, particularmente, ecuatoriano.
Esta mirada reflexiva devino de la cercana relación con la academia, especialmente en Francia, Chile y México, sin desconocer sus primeros apuntes literarios paridos en los márgenes de nuestra dolorida patria. Cueva fue un apasionado cultor de la idea profusa, en tanto, se alimentó de autores clásicos en su área de indagación. La relación fraterna con el movimiento tzántzico ilustra aquella cercanía con las letras y, desde luego, con el cuestionamiento al orden establecido.
“Entre la ira y la esperanza” es el libro-referente de Cueva en donde se efectúan punzantes y directas afirmaciones en torno al quehacer literario -con bagaje ético y estético-, y de la cultura nuestra.
Este tránsito de la crítica literaria a la configuración de un discurso de ribetes sociológicos fue posible por aquel lúcido entendimiento de la realidad ambientada entre los años 60, 70 y 80 del siglo XX.
Según Alejandro Moreano: “Agustín Cueva se mantiene en la gran tradición de los ensayistas latinoamericanos y ecuatorianos. Y a la vez, abre el espacio para la reflexión de las ciencias sociales en la vertiente de un análisis crítico del poder y sus formas”. Sobre lo último, relativo a la crítica del poder, Cueva ahondó en los intersticios del desarrollo del capitalismo y su decadencia, de su metástasis que provoca explotación y oprobio.