Eran los ochenta, temprano. “The wall”, ópera rock de Pink Floyd, tan freudiana, se exhibía en unos cines de a perro en Quito, sin embargo no podías quedar indiferente. También Sonia Braga encarnaba a “Gabriela”, de Jorge Amado, e igualmente perturbaba con su salvaje belleza.
En unas mesas de luz se iba armando una revista, composer, galeras, engrudo, machote le iban dando forma a Contrapunto, que tenía a Gonzalo Mendoza entre sus importantes colaboradores. “Avispa” preguntaba, con toda la mala leche del mundo, una rata con cola especial siempre parecía: ¿Por qué estás tan callado Osvaldo?
Jaime Roldós había muerto.
El joven presidente nos había dejado una frase que resultó premonitoria: “Viva la patria”, fue su grito de despedida en el estadio, luego se embarcaba en un pequeño avión, ese 24 de mayo de 1981, para continuar sus recorridos por todo el país. El avión se precipitó a tierra, murieron todos, su esposa Martha Bucaram y otros colaboradores. Nunca se aclaró lo de este accidente-atentado.
Roldós había visitado Nicaragua revolucionaria. Roldós habló de una doctrina que proponía ir más allá de la soberanía cuando se violaban los derechos humanos.La región lucía convulsa y los imperios estaban nerviosos. Torrijos en Panamá también había muerto en un accidente aéreo.
“Avispa” hasta el final de sus días se consideró un revolucionario y sus caricaturas, aparecidas en otras muchas revistas, tenían el desenfado, la bronca de un militante comunista que veía cómo unos pocos se atragantaban con todas las riquezas nacionales.
Eran otros tiempos, había muchos camaradas, creíamos que desde los resquicios que una ignorante burguesía dejaba, porque la cultura y sus manifestaciones artísticas poco le importaban, podíamos cambiar en algo este mundo de miserias. Jóvenes, todavía, no incorporábamos esto de “parar la olla”. Se hacía lo que se podía y al talento de algunos se sumaban ganas imparables para enfrentar a esa derecha siempre estúpida. ¿Por qué estás tan callado Osvaldo? era la gran pregunta-consigna que quizá resumía la irreverencia que no aceptaba domesticadores.
Hoy, con el tiempo, las aguas y las claudicaciones, no hay rata ni preguntas. Quizá algún día asome una que tímidamente le sugiera nuevas provocaciones a un sucesor de “Avispa”, porque ver transitar juntos a los que ayer parecían enfrentados asombra.
Se cambia, sí, siempre se cambia, los años no pasan en vano, pero uno aspira a que la esencia quede incólume. No es así porque la traición existe. Esa es la penosa condición humana.