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El Telégrafo
Fabrizio Reyes De Luca

Paz, perdón y reconciliación

24 de septiembre de 2015

Esta segunda visita del papa Francisco a América Latina parece indicativa de la preocupación del Pontífice por el futuro de la fe católica en el hemisferio que lo vio nacer y donde desarrolló su vocación religiosa hasta que asumió las funciones que ahora ocupa.

Desde el clamor de Juan Pablo II a Cuba en 1998, cuando exclamó la necesidad de que Cuba se abriera al mundo y el mundo se abriera a Cuba, es mucho lo que se ha avanzado desde entonces.

El papel del papa Francisco en ese esfuerzo cristalizó en diciembre último, cuando su intervención logró el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba con EE.UU., poniendo fin a un traumático aislamiento de 55 años.

Sin embargo, la derecha radical norteamericana y cubana se ha sentido molesta con la reanudación de esas relaciones necesarias, pero los radicalismos de uno y otro lado no construyen el futuro que necesita y aspira la sociedad, el pueblo de Cuba y Estados Unidos, sino el perdón y la reconciliación.

Conviene recordar estas frases de Francisco I: “El perdón es la esterilización del alma, la limpieza de la mente y la liberación del corazón. Quien no perdona no tiene paz en su alma ni comunión con Dios. Guardar una herida del corazón es un gesto autodestructivo. Es autofagia. Quien no perdona se enferma física, emocional y espiritualmente. El perdón trae alegría donde un dolor produjo tristeza; y curación donde el dolor ha causado enfermedad”.

Las aspiraciones humanas de paz, progreso e igualdad no salen necesariamente de las armas ni del abuso. En realidad los pueblos, pese a disidencias circunstanciales, aspiran a la paz, a la igualdad y a la justicia.

En ese sentido es que el diálogo, el respeto y la comprensión abren el camino de una paz duradera. El primer logro de la visita de Francisco a Cuba ha sido la excarcelación de más de tres mil opositores al régimen cubano.

Todos aplaudimos estos nuevos pasos dados por los gobiernos cubano, estadounidense y de la Iglesia católica, nada es más legítimo, honroso y digno.

Así mismo, deseamos que la presencia del Pontífice en Cuba haya servido para un mayor impulso, sano y racional de un franco acercamiento entre las FARC y el Gobierno colombiano. Esa guerra, que lleva décadas y que parece estancada, debe terminar y ofrecerle al martirizado pueblo de Colombia un período de paz y confraternidad.

La intervención del papa Francisco, el presidente cubano Raúl Castro y el mando de las FARC, así como del presidente Juan Manuel Santos, debe ser escenario propicio para devolver a Colombia la paz que se fracturó en 1948 cuando se produjo el cruel asesinato del doctor Jorge Eliécer Gaitán, considerado para entonces el seguro ganador de las elecciones presidenciales.

Es una irrefrenable esperanza que el pueblo colombiano espera. Lo busca el Papa, lo quiere ese pueblo flagelado por una dolorosa guerra civil y lo queremos los ecuatorianos.

La paz es el concepto para el presente y el futuro. ¡Es nuestro más caro anhelo! (O)

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