Dada la estructura de violencia que vive Ecuador sería dable conocer las metas nacionales que nuestro Estado persigue a favor de generar una cultura de paz, dado que la Asamblea General de la ONU adoptó la Agenda 2030, un plan de acción a favor de personas, el planeta, la prosperidad, que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia. El concepto de cultura de paz fue adoptado el 6 de octubre de 1999 en la resolución 53/243 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, con el nombre “Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz”.
Por naturaleza, el ecuatoriano es un ser de conciliación, cuya cultura asimila un sistema de valores, habilidades, actitudes y modos de actuación que reflejan el respeto a la vida, al ser humano, a la dignidad, al medio ambiente, a participar, valorar y convivir sin violencia. El connacional evita los conflictos y favorece el desarrollo de las relaciones empáticas entre los seres humanos. Sin duda, se requiere del esfuerzo de todos para modificar mentalidades y actitudes que logren promover la paz, transformar los conflictos, prevenir la violencia en las escuelas, trabajos, familias y en la sociedad en general.
Hoy vivimos en un mundo donde impera la agresión, falta de respeto, la dignidad en flecos y la pérdida de valores. Extraviamos nuestro origen y el verdadero saber. El desafío es lograr, desde marcos diferentes de pensamiento, la conciliación verdadera, no la externa sino aquella que empieza en el corazón del ser humano, integrada en su mundo físico y espiritual. ¿Los candidatos, que aspiran llegar a la Presidencia de la República, pueden garantizar al ciudadano esa anhelada armonía? En ese sentido, es evidente que la comunicación para la paz busca forjar un compromiso y un posicionamiento claro sobre los problemas estructurales que aquejan al Estado y por ende a la sociedad.
También se requiere de un periodismo que aborde de manera más equilibrada los acontecimientos sociales, con nuevas prácticas que reemplacen a los actuales parámetros de información y comunicación, con una profunda responsabilidad ética en el tratamiento de las mismas, en donde se de notoriedad a las posibles soluciones desde la no-violencia; es decir, la transformación de la violencia por vías pacíficas y que además incorpore explícitamente la comunicación para el cambio social como una aliada estratégica para conseguir sus objetivos gracias a su modelo horizontal de creación del conocimiento y de reflexión, así como el debate para reforzar el carácter activo de la ciudadanía en las transformaciones de su entorno.
El empleo de los estándares de la comunicación para la paz, en varios países del mundo, particularmente de Europa, transforman significativamente los lineamientos para la elaboración y presentación de una noticia; en su preparación prevalece la calidad de su contenido, ya que existe por sobre todo la profunda preocupación por explicar de manera objetiva y ética las causas que ocasionan un hecho noticioso, y su posible solución.
Se debe poner en práctica medidas frente a la discriminación, las desigualdades y las injusticias sociales, la implementación de políticas y programas destinados a cumplir con estos objetivos no deja de ser un desafío constante e inacabado que en ocasiones parece encontrarse en la dirección opuesta a la de ciertas políticas.
Arduo trabajo se requiere para lograr la adhesión a los principios de libertad, justicia, democracia, tolerancia, solidaridad, cooperación, pluralismo, diversidad cultural, diálogo y entendimiento a todos los niveles de la sociedad y entre las naciones. Si se adapta este concepto de cultura de reconciliación al plano de la comunicación social, se podría afirmar que una comunicación para la paz buscaría promover el fin de la violencia.
La comunicación posiblemente sea una de los factores claves más importantes en la vida actual desplazando la atención de lo tangible a lo intangible, tal vez nunca antes había tenido tanta conciencia sobre el papel direccionador de la comunicación sobre todo en el mundo organizado.
Sería destacable trabajar también, principalmente desde el sistema educativo, por la implantación de programas que fomenten la Cultura de Paz y la no violencia en los centros docentes. Se debería recoger la necesidad de trabajar en la educación para el desarrollo como medio para construir una ciudadanía global crítica, responsable y participativa, facilitándoles así las herramientas para la transformación social en claves de justicia social, equidad de género, respeto por el medio ambiente y solidaridad.
La agenda de la ONU plantea 17 Objetivos con 169 metas que abarca lo económico, social y ambiental. Implica un compromiso común y universal; sin embargo, cada país enfrenta retos específicos en su búsqueda del desarrollo sostenible, es por ello que los Estados podrán fijar sus propias metas nacionales, apegándose a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Varios organismos internacionales, entre ellos UNESCO, coinciden en señalar la importancia de la Cultura de Paz, como una vía para conseguir una armonía entre las localidades de cada nación.