En un sector de la izquierda hay un temor: el prefecto del Azuay crece en las encuestas y desplaza a Gustavo Larrea y a Alberto Acosta. Su imagen en Cuenca es fuerte. No hay que dudarlo. De hecho, va por su segundo período en el cargo. Tiene carácter y peso político con su gestión. Y se “robó” las banderas del agua y antiminería a los movimientos campesinos e indígenas del Austro.
Y por esos motivos, de lo que se sabe, ya hay problemas en el movimiento de opositores a Correa. No les gusta que Carrasco crezca, les parece demasiado agresivo, “su discurso no incorpora todas las banderas que colocan Acosta y Larrea, Tibán y César Rodríguez”, dicen los cercanos a ese sector. Incluso, lo consideran agresivo porque cuando se “encima” ya no hay quién lo baje y no acepta ninguna condición.
Este dato de la realidad “política” ocurre cuando se desarrolla la caminata de las organizaciones y actores que están en contra de la minería. Lo mismo comentan algunos dirigentes indígenas de la conducta de Salvador Quishpe. Dicen de él que ya va por el segundo período de prefecto de Zamora y no tiene resultados efectivos de gestión, y menos de avance en el desarrollo campesino, a la vez que lo tachan de fraguar acuerdos “por debajo” con los mineros ilegales.
Por tanto, a pocos meses del inicio de la campaña electoral, los eternos problemas de la izquierda aparecen. Como alguien ya lo dijo: la izquierda se reproduce como las amebas: dividiéndose.
La explicación más ingenua sería decir que hay demasiadas “estrellas” en ese sector, que ninguna puede ser sombra de la otra, o que, simplemente, el protagonismo de Carrasco arrasa con el resto. Sin embargo, hay otra explicación posible: la heterogeneidad de los liderazgos, la variedad de propuestas y hasta sus clásicas contradicciones “doctrinarias”.
Difícilmente habrá acuerdo con el MPD, con Tibán o Pachakutik para colocar a Carrasco al frente de un binomio presidencial, si ese es el propósito de la izquierda “desencantada”. Salvo que se llegue a un acuerdo con un sector de la oposición de derecha o de la llamada liberal, en la izquierda florecen sus eternas taras, aparte de los consabidos principismos y sectarismos. Y con ello, no veremos sino una dispersión “ideológica” a favor de la derecha.
Y también por haber escogido como enemigo “fundamental” a quien debe ser su aliado histórico, por más “contradicciones secundarias” que existan. Ese aliado, cuando la “contradicción principal” surja, será su mejor escudo a la arremetida totalitaria de la derecha.