¿Ya terminaron de pedir a gritos la cabeza de la Jueza Patlova Guerra por haber liberado a Pabón y a Hernández? ¿Ya concluyó su cátedra de derecho medieval? Entonces inhalen, exhalen, inhalen, exhalen y déjenme explicarles por qué Lope de Vega decía que “el ingrato el bien escribe en agua, el mal escribe en piedra”.
Verán, gurús del derecho punitivo, previamente a anteponer sus pasiones desmedidas a su ignorancia, les recomiendo que respiren y averigüen quién es la víctima a la que sus bajos instintos ponen en la hoguera. Yo se los voy a contar, para ver si en su pozo de odio cabe algo de cordura.
Cuando el narcotráfico alcanzaba los índices más altos a nivel nacional, una Jueza se atrevió a enfrentarlo por todos nosotros sin pedir nada a cambio. Sí, una Jueza que, viendo a los ojos a Caranqui, el narcotraficante ecuatoriano más sanguinario que tuvo el país, lo declaró culpable y lo envió directito a la cárcel. ¿Pese a qué? Pese a que Caranqui le anticipó que la mataría si lo condenaba.
Y como Caranqui no era ningún farsante, pues, a diferencia de ustedes, que se juegan la vida en Twitter, él sí vivía en el mundo real, cumplió su oferta y la mandó a matar. Pero el sicario cometió un error por culpa de un corte de cabello y, cuando vio de espaldas a dos mujeres que cumplían las mismas características, disparó a quemarropa a una de ellas.
Quien cayó fue Blanquita, la secretaria de Patlova Guerra. La Jueza tuvo que verla morir y tomó una decisión de vida: siguió administrando Justicia, sin miedo, con la frontalidad que ustedes, cuadrillas de temblorosos, supermanes de Twitter, no conocen.
Hoy, ustedes, verdugos, carentes de historia, quieren activar la guillotina. Encontraron en Twitter su propia sabatina, donde escupen odio y se muestran, de cuerpo entero, como lo que son.
Que esta columna les sirva para dejar de ser ingratos, pero, además, para entender que la decisión que tomó esta Jueza con Pabón y Hernández, aunque a mí tampoco me gusta, fue jurídicamente correcta, pues la justicia no está a merced del aplauso iletrado o de la voluntad del tirano de turno (usted), sino de la taxatividad de la ley.
De la década en que gobernaron estos angelitos me llevo la mejor enseñanza: utilizar sus mismos métodos conlleva convertirnos en nuestros propios monstruos, significa criticar el odio de Correa mientras juegan a ser -malas- imitaciones de Rafael. (O)