Pasar del círculo vicioso al círculo virtuoso: Gobernabilidad en el Ecuador
26 de mayo de 2021Un discurso conciliador dio paso a un nuevo gobierno, sin embargo, el desafío sigue siendo sustentar las palabras en acciones; pero cómo lograrlo en un entorno en el que ciertos sectores ven al diálogo como la última opción cuando en un estado de derecho debería ser precisamente este mecanismo el que sea agotado en primera instancia.
El Ecuador requiere que se dé una transición hacia un círculo virtuoso, lo que implica hacer apuestas productivas sin dejar de priorizar el sistema de protección social que tanta falta hace a nuestro país.
Luego de haber hecho un voto de confianza a la concertación como mecanismo de inclusión y participación social, apenas a un día de posesionarse el presidente electo – y en medio de una constante medición de fuerzas en la Asamblea en que conseguir ese tan anhelado voto se ha vuelto un reto – fuimos testigos de paralizaciones en dos provincias del país, aduciendo que las medidas de hecho son mecanismos de presión para que sus propuestas, que más se constituyen en un pliego de peticiones, sean atendidas. Esto corresponde con las aseveraciones hechas por líderes sociales, que afirman que tener el poder legislativo no es suficiente, por lo que encuentran en la resistencia social, la respuesta.
En nuestro país, ahora más que nunca, se hace imperativo lograr un “encuentro democrático sin precedentes” en el que todas y todos, estemos dispuestos a ceder espacios de poder en aras de lograr el tan anhelado bien común y devolver al quehacer político el prestigio que a pulso ha perdido.
En más de una ocasión he manifestado que la disputa del poder se dará en los territorios, y que la corresponsabilidad se vuelve una máxima para fortalecer los espacios de gobernabilidad, ya que, sin consensos, es muy complejo tomar decisiones orientadas a generar una reactivación económica y productiva que genere condiciones adecuadas para satisfacer las necesidades básicas que han sido pospuestas, y cuyo sentido de urgencia debe ser prioritario.
Las necesidades en un país cuyo déficit fiscal se agravó con la emergencia sanitaria, abundan, en este contexto es indispensable preguntarse: ¿cuánto estamos dispuestos a ceder a fin de dar el salto que el país necesita y que del tan mentado discurso conciliador de las cabezas del ejecutivo y del legislativo se pase a la acción y se establezcan ejes programáticos a ser priorizados? Esa es la cuestión.