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El Telégrafo

Paranoia social

22 de septiembre de 2011

La violencia que afecta al país ha creado en la población un estado de zozobra, que ha inducido a que los ecuatorianos cambien su perfil cultural, pasando de ser personas solidarias que socorrían a quien lo necesitaba, a seres humanos desconfiados, indolentes a la desgracia ajena y en general deshumanizados. Ese estado se observa en el hecho de que ya nadie auxilia a un vecino que está siendo atracado en la calle, la gente ha adoptado un nuevo patrón de comportamiento. La esencia del mal está en ese ser humano que es carente de valores, espiritualidad, de afectividad, no tiene empatía y es indiferente al dolor del prójimo. La escasez de oportunidades, la falta de coerción moral en las élites, la debilidad de la justicia, la existencia de un sistema de no consecuencias, la pobreza, la marginalidad, el poco acceso a la educación y salud, la irresponsabilidad paterna y la disfunción familiar son causas fundamentales del estado de confrontación social que afecta a nuestra patria. Un gran porcentaje de las familias ecuatorianas es disfuncional y principalmente la mujer se queda con los hijos. Esos niños son más excluidos y, por tanto, tienen menos oportunidades y son más proclives al abuso, agresión y el maltrato social. Otros de los factores desencadenantes de la violencia actual son el facilismo y enriquecimiento fácil que se promueven entre la gente, lo que hace que los jóvenes busquen la manera de timar a los demás, y en ello participan no solamente la población civil, sino también ciertos policías y militares, que son las personas llamadas a poner el orden y la seguridad física de los ciudadanos. Los sociólogos destacan que más del 80 por ciento de los delitos que ocurren en nuestro país están ligados al consumo de las drogas y el alcohol, cifras que se incrementan cuando se suma la tenencia ilegal de armas de fuego, que son una cultura creciente en el Ecuador. Asimismo, señalan que la alta tasa de reincidencia en los delitos es por la debilidad del sistema de justicia, por lo que no es raro ver en las calles a delincuentes con 18 y 20 fichas anteriores.

Consecuentemente, considero que en el país deben funcionar unidades de siquiatría forense, como auxiliares de la justicia en hacer el diagnóstico psicosocial y patológico de cada delincuente y determinar su peligrosidad. Siendo, a partir de ese diagnóstico, que se establecerá si esa persona debe permanecer en una cárcel de alta seguridad o pertenecer a un centro de rehabilitación social.

Pienso que ha llegado el momento de que el Estado trabaje para mejorar el perfil de ciudadanía del ecuatoriano, donde no se proyecte la cultura de la violencia, como ocurre ahora, sino más bien estimular a sus ciudadanos a esforzarse para conseguir lo necesario para vivir, a ser amantes de los valores morales, de la cultura de paz, del respeto a la vida, promoviendo una convivencia armónica y pacífica entre nosotros.

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