¿Es Paraguay una nueva Honduras? Veamos las similitudes. Dos golpes de Estado: el uno cruento y el otro con una fachada institucional. Dos rupturas democráticas asentadas en la fragilidad de los procesos políticos, y en su escaso enraizamiento social. Ambos procesos estuvieron ligados a la ALBA. Se trata de dos golpes de Estado oligárquicos de sectores ligados a los latifundios, con evidentes conspiraciones externas.
El pretexto para Honduras: su ingreso a la ALBA, calificado, por los golpistas, como el “terrible error” que cometió el ex presidente Zelaya. Y otro “error”, que cualquier democracia hubiera celebrado: la convocatoria a una consulta popular no vinculante –el pueblo la conocía como la “cuarta urna”– que pudo abrir las puertas a un proceso constituyente. Zelaya fue depuesto por un duro golpe de Estado militar en junio de 2009. Roberto Micheletti, quien ejercía como presidente del Congreso Nacional, le suplantó en la presidencia. Un golpe parlamentario, a todas luces.
Respecto a Paraguay, la fragilidad del proceso democrático fue similar. Paraguay, que se mantuvo como cercano a la ALBA, tenía un líder solitario y enajenado de la participación popular, quien no cumplió su promesa a plenitud de reformar el agro; problema histórico de ese país; sin bases de apoyo y de carácter dubitativo, en principio aceptó su destitución por parte del Congreso y el Senado, dejando sin sustento la posición de Unasur; luego, llamó a la insurrección popular.
Entre tanto, la actitud, muy calculada, veloz y maquillada de los sublevados, no invalidó lo ocurrido: el golpe de Estado. Otra vez, “parlamentario”, de un parlamento copado por los grandes sectores que se han repartido el país en toda su historia, algunos herederos de la dictadura sangrienta de Stroessner.
El éxito de los procesos democráticos de cambio latinoamericanos no solo pasa por la consistencia y eficiencia de sus políticas internas. Las políticas externas, concebidas como una extensión de las internas, juegan un papel central para consolidar alianzas estratégicas, una inserción inteligente en los mercados globalizados y la soberanía requerida para procurarnos el lugar que merece Latinoamérica.
Cuenta también, por cierto, la calidad de sus líderes: recordemos el 30-S, la intentona de golpe de Estado en Ecuador de 2010, y la actitud de un Rafael Correa que puso su vida en juego y triunfó con su pueblo.
A la Unasur le corresponde aislar a Paraguay porque la actitud de Lugo fue post factum. Hay que dejar en un segundo plano la figura de Lugo y su forzada aceptación. Al igual que lo de Honduras, lo que ha de rechazarse es el golpe. Y la asunción de un nuevo presidente no elegido en lasurnas. No podemos permitir que haya dos Honduras.