Pedimos gente nueva en política pero ningún desconocido. Queremos expertos gestores, pero no los mismos de siempre. Queremos el cambio pero los candidatos no hacen su campaña en base a un programa pedagógico político, en caso de que alguien lo tenga.
Los candidatos y candidatas en casi todas, por no decir todas, las imágenes de campaña, muestran su mejor sonrisa, o por lo menos lo intentan. Esa es una paradoja si consideramos el grado de empobrecimiento de la gestión pública. A propósito de las imágenes, hay candidatos cuya imagen es distinta a la propia. Candidatos más jóvenes de lo que son (léase vigorosos), más viejos de lo que son (léase expertos), más atractivos de lo que son, etc.
La paradoja es que sabemos que aparecen como lo que no son. La posverdad invadió nuestro medio y una de sus expresiones es el fake news. Lo paradójico de esto es que varios fake news son más verosímiles que las noticias verdaderas, con lo cual queda claro que la verdad no es una cuestión de correlación con lo real, sino de creación de lo real, y más específicamente de hacer que aquello sea creíble para “la mayoría”.
Concepto que podría ser perfectamente usado por la política. Además, ¿qué se podía esperar de un escenario massmediático lleno de recursos pseudo-periodísticos ligados al show. La política en efecto deviene en un show. Yo me llamo prefecto, yo me llamo alcalde. Por lo menos en este tipo de programas tienen mecanismos de depuración que dejan en la final a los que algún talento tienen para entretener. No en política.
Y la mayor paradoja de todas es que todavía creamos que el ejercicio de la ciudadanía y la discusión política seria es un mecanismo para propugnar por sociedades equilibradas y democráticas (léase sociedades de acceso a derechos), justo en un momento donde el poder económico pide la despolitización del pensamiento y la gestión técnica de lo público, que, paradoja de paradojas, es el discurso más usado por los políticos de hoy. (O)