“Libertador, un mundo de paz nació en tus brazos.
La paz, el pan, el trigo de tu sangre nacieron,
de nuestra joven sangre venida de tu sangre.
Saldrán paz, pan y trigo para el mundo que haremos”. (Neruda)
América Latina es un milagro balcanizado que ha sobrevivido desde el siglo XIX, en medio de los avatares del capitalismo y el constante acecho de las fuerzas imperialistas. Más allá de los grandes líderes que han conducido los procesos, ha sido la cultura popular, la literatura comprometida y la permanente lucha de sus pueblos, desplegada a lo largo de doscientos años, la que ha logrado mantener este espacio social, contrapesando a las oligarquías serviles al sistema.
La lucha del pueblo latinoamericano, a veces en armas, otra veces en las calles y espacios de nuestras débiles democracias, no ha sido motivada históricamente por una conciencia de clase social, sino por factores concretos relacionados con la pobreza y la exclusión, resortes de grandes gestas, casi siempre conducidas por líderes carismáticos surgidos de segmentos medios, quienes han tomado partido por las causas de la emancipación, la soberanía, la igualdad, la paz y la unidad latinoamericana, basada en la existencia de una gran nación de naciones. En el propósito de construir el edén hemos soñado también en una suerte de felicidad barroca y colectiva, plagada de colores, forma y música.
En ningún rincón de Latinoamérica, desde que cayó el Imperio español, la acción popular ha estado ausente y ha dejado de bregar para concretar la igualdad, la soberanía y derechos políticos y sociales. En realidad, más allá del forcejeo y la correlación de fuerzas para controlar el Estado, la batalla política y aun cultural, de una u otra forma, ha sido relativamente ganada, aunque la guerra mayor, relacionada con los poderes fácticos y la concentración de la riqueza, sigue pendiente. No obstante, Latinoamérica existe.
El mundo está a las puertas de nuevos tiempos, tiempos sin salidas, tiempos en los que las crisis periódicas o parciales, por medio de las cuales se reacomodaban las condiciones y se producía el escape de la energía acumulada, ya no serán suficientes. El grado de la contradicción mayor entre el capital y el trabajo ha llegado a punto insostenible, y la tensión traspasa ahora las grandes fuerzas geopolíticas que tienen solo dos salidas: la guerra a escala mundial o los acuerdos, lo cual parece imposible por los intereses contrapuestos.
La población latinoamericana y ecuatoriana mantiene destrezas manuales y una vida relativamente sencilla ligada a espacios sociales, todo lo cual se despliega en una gran biodiversidad que permite la producción de bienes básicos para la subsistencia y para la producción de energía. Por ello y más, América Latina es quizás el único espacio geopolítico del mundo, que venciendo definitivamente a las fuerzas de derecha, tiene las condiciones para construir una red de Estados populares, capaces de materializar la democracia participativa, sin el peso excesivo de una tecnoburocracia; y por otra parte, una economía basada en la producción con alto componente de mano de obra, cuya activación esté destinada a crear trabajo digno y a la redistribución de bienes para la vida, encuadrada en una ética social y ambiental y en profundos valores de solidaridad, todos ellos principios que forman parte de los proyectos de izquierda.
Los poetas no se equivocan, porque describen la realidad hecha metáfora, canción y forma, pero al fin la realidad premonitoria. Por ello Neruda anticipó un mundo que haremos. (O)