El éxito de la visita de su Santidad el papa Benedicto a Cuba se puede medir por la urticaria que ha producido en la gusanera criolla mestiza y la peli-rubia del Norte.
Con palabras y modales suaves, propios de su jerarquía y edad, llegó con toda su carga de prestigio y autoridad a la pequeña isla cuestionada por la política imperial, prepotente, agresiva, despreciativa de la opinión pública mundial que la condena, formalmente por unanimidad, informalmente respaldada por el esbirrismo pelucón que en todas las latitudes se alinea con el poder que representan los Estados Unidos, poder que se manifiesta en todos los
ámbitos de la vida universal.
Observemos cómo, representando a una sola nación, la norteamericana, impone su capricho para que en las Cumbres de las Américas no participe Cuba, cuya presencia en Cartagena la respaldan 34 naciones.
Lo mismo ha sucedido durante años en el seno de la ONU, cuando una minoría ridícula, de apenas dos o tres votos, desestiman la opinión de cerca de 200 Estados que exigen el cese de ese perverso mecanismo, felizmente fracasado, de querer ahogar por el hambre a un pueblo rebelde, indómito y digno como el cubano.
Seleccionar a Cuba para visitarla en su gira al continente, es una decisión política, humanística, solidaria, en intento de romper el desequilibrio, frente a un país pequeño pero firme, digno y combativo que es víctima de una política que en los siglos 20 y 21 ha generado guerras de alta y baja intensidad para imponer su dominio.
Benedicto deja pidiendo lo que ya es una decisión del pueblo y gobierno cubanos: introducir cambios para ampliar la cobertura y protección de los derechos humanos que en 50 años de revolución ya se lograron. Compárese, nomás, los logros alcanzados por Cuba en alfabetización, mortalidad infantil, nivel de escolaridad, protección de morbilidad y mortalidad, desarrollo científico y tecnológico, etc., para saber en qué sistema político del tercer como del primer mundo se vive la justicia social.
Como toda sociedad, Cuba habrá de cambiar para mejorar, para dar más a todos, pero no tiene que quitar privilegios a nadie.
Asimismo, el primer mundo tiene que cambiar para eliminar la amenaza de la guerra nuclear, para no seguir invadiendo y destruyendo países en el Medio Oriente, para olvidarse que América Latina es su patio trasero, para dejar de bloquear y tratar de aniquilar por el hambre a pueblos como el cubano.
Si no se ha entendido así el significado de la visita papal a Cuba y el mensaje que contienen sus homilías, Benedicto, como Bolívar y muchos más, ha arado en el mar Caribe.