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El Telégrafo
José Velásquez

La dictadura de los números

04 de mayo de 2020

Las cifras son siempre útiles: las autoridades tienen insumos para tomar decisiones, los expertos pueden trazar sus modelos de predicción, y los periodistas intentamos descifrar dónde estamos parados. Lo que resulta una aberración es tratar de convertir a una tragedia en una bitácora de estadísticas.

Durante años, la obsesión absurda por los datos crudos es lo que nos fue empujando, en buena medida, a ese filo por el que caminamos hoy. Si nos empeñamos en observar la criminalidad, el desempleo o el COVID con el mismo lente del INEC, estaremos yendo en dirección contraria a la empatía. 

Hemos deshumanizado la pandemia al mejor estilo macroeconómico. Quizás por calcular la tasa de mortalidad, las probabilidades de contagio y los kilómetros que nos separaban de Wuhan terminamos por hacer un aterrizaje forzoso.

Ni qué decir de los benditos asesores de comunicación política que redefinen el universo midiendo las interacciones en redes sociales. Probablemente por eso el funcionario de moda sale a cada rato a lucir sus tatuajes entregando cajas con alimentos cuando el país lo necesita urgentemente en calidad de interlocutor. Lo importante no es la cantidad de fotos que te tomas sino por qué te tomas las fotos.

Los asambleístas dirán que han legislado y fiscalizado, pero tengo la impresión de que muchos valoran lo cuantitativo por encima de lo cualitativo. La clase política marcha sigilosa con la calculadora en la mano esperando proyectarse al mercado electoral con el verso de los inefables encuestadores.

Los millones que llegan del FMI y del BID son siempre una buena noticia, pero no perdamos de vista si lo que tenemos es un problema de liquidez o de solvencia. La CONAIE también tiene una fijación con los números, sobre todo con los precios de los combustibles. Es estéril intentar construir una lógica o una ética fundamentada únicamente en los números.

A ver si humanizamos las cifras. Luis Fernando Cevallos fue uno de los 60 entrenadores despedidos la semana pasada por la Concentración Deportiva del Pichincha; pese a su vínculo de 9 años y 11 meses solo recibió $1.400 como liquidación. María Fernanda Peso lleva tratando de encontrar el cadáver de su tío Francisco Terán desde el 30 de marzo, cuando cayó fulminado por un infarto en el centro de Guayaquil. Lo ha buscado en 4 hospitales, 2 morgues y 4 cementerios. (O)

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