La globalización tiene instituciones para medir fuerzas, decantar conflictos e impulsar el comercio, pero no tiene entidades para disponer normas vinculantes para enfrentar pandemias.
No se necesitaba más que sentido común para concluir que los procesos globales de las enfermedades se topan en la realidad con un mundo compartimentando por Estados, que ejercen potestades usando cada cual sus leyes. No quedan dudas de que los Estados han reaccionado de manera descoordinada, para impedir la propagación del virus, en momentos en los que se requerían acciones al unísono.
Ha sido la falta de coordinación entre los Estados lo que llevó el problema al nivel de catástrofe. Pero esa falta de coordinación tiene que ver con la decisión coincidente de todos los líderes de las potencias, que prefirieron mantener el funcionamiento de la economía, antes que proteger la vida. Todos, sin excepción, aunque rivales competidores, han actuado guiados por ese sentido.
Es la supremacía del capitalismo la que ha impedido que al mismo ritmo de la globalización económica, se hayan creado instituciones con capacidad para emitir normativa sanitaria vinculante, cuando se produjeran eventos extraordinarios o pandemias, causadas, por ejemplo, por la gripe humana provocada por un nuevo subtipo de virus.
En la página web oficial de la Organización Mundial de la Salud hay información que advierte desde 2003 sobre la amenaza de enfermedades respiratorias. Se citaba desde entonces al Síndrome Respiratorio del Oriente Medio (MERS-CoV) y el SARS. Aunque se buscaba fortalecer la institución, el nuevo reglamento aprobado en 2007, dispuso que las medidas sanitarias internacionales en caso de pandemias, no debían interferir el desarrollo de los viajes y el comercio.
Es obvio que las potencias del mundo, en pleno conocimiento de la amenaza, optaron por salvar al mercado aun en riesgo de la vida humana. En este punto no hubo diferencia entre los viejos imperios y las potencias emergentes de Asia. Todos sus líderes pensaron con la mano puesta en el corazón, situado en el bolsillo, a pesar de la advertencia realizada por la OMS. (O)