“For our country, wear a mask”, fue la frase que utilizó Kamala Harris, la virtual vicepresidenta de los Estados Unidos frente a la crisis del covid-19 que enfrenta el país y que ha dejado hasta el momento a más de 248.000 muertos. Cabe recordar que varios países que actualmente registran las cifras con mayores contagios son precisamente aquellos cuyos gobernantes hicieron caso omiso o le prestaron poca importancia al uso de la mascarilla.
En México, López Obrador puso en duda la eficacia científica del uso de la mascarilla dando besos a diestra y siniestra y, haciendo caso omiso a las recomendaciones del distanciamiento social. A esto se suma -entre otras cosas- la falta de una política fiscal que amortigüe el impacto de la pandemia en la economía mexicana. Asimismo, Jair Bolsonaro, quien se ha opuesto al confinamiento social, ha restado importancia a las medidas de bioseguridad aseverando que la covid-19 “es un poco de gripe”.
Por su parte, en Estados Unidos, Donald Trump mostraba al mundo su “poder” al no usar mascarilla, en una posición “negacionista”; inclusive mostró a su contrincante Biden como alguien débil por usar mascarilla. El mandatario republicano se contagió y a los pocos días y luego de un cocktail de anticuerpos apareció nuevamente ante las cámaras -cómo es su estilo- mostrando cómo venció al virus, creyendo que eso aportaría en su triunfo electoral. Por supuesto, esto no ocurrió, y los contagios y muertes siguen incrementándose en el país que tiene -hasta el momento- la vacuna más prometedora (Pfizer).
Biden, el virtual presidente electo de Estados Unidos ha insistido en varias ocasiones sobre el uso de la mascarilla, ya que “la peor ola está por llegar”, y no se equivoca. Europa ha regresado al confinamiento luego de que la población se relajara, mostrando al mundo la importancia de pensar y actuar colectivamente a favor del bienestar social.
Con estos ejemplos, vale replantearnos el futuro a corto plazo. ¿Queremos volver al confinamiento y que más personas sigan muriendo?, la respuesta es no, por eso los políticos y mandatarios deben saber que sus discursos construyen pautas sociales de comportamiento que repercuten directamente en la gestión de la vida o de la muerte en un contexto tan complejo como el de la pandemia del covid-19.