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El Telégrafo

Palacio, el síntoma

06 de septiembre de 2011

Dijo tantas cosas, dijo que tenía la prueba, dijo que, en efecto, demostraría que el Presidente había ordenado matar, que se les debía pegar un tiro en el pecho a los policías del regimiento Quito.

Ahora que se ha ido y luce más enredado que nunca, cuando la bendita prueba no aparece, cuando disponemos de un audio que pone las cosas en su lugar porque nunca se dio tal orden, la de matar, dice que se oye clarito que el Presidente califica a los policías insurrectos de traidores.

Enfermedad es lo que podría explicar semejante comportamiento. No pasa nada, se cambia la onda como si de una perilla se tratase. No pasa nada, con la misma cara ahora se habla de otra cosa, con desorden, como aquellos que podemos encontrar ensimismados en calles y plazas y miramos compasivamente porque lucen inofensivos.

Ese es Palacio y sus demonios, ya sabemos. Lo que resulta de verdad penoso es el papel de ciertos medios. Acolitaron los dichos anteriores y ahora que no hay sustento no se hacen cargo. Todo lo contrario, los espacios siguen abiertos y nadie asume la responsabilidad de contrastar.

Que Palacio haya perdido las proporciones puede pasar; que ciertos medios le sigan la onda es inadmisible. Ellos, que deberían tener unas salas de redacción profesionales, alejadas de pasiones tan chiquitas, no pueden darse el lujo de tanta mala fe.

Ese ha sido el problema: pasión que ciega. Y como su poder es enorme la contaminación ha calado hondo en los comportamientos políticos de la oposición sobre todo.

Una oposición que no reconoce nada, que parecería no tener la capacidad de hacerlo, ni moral ni intelectualmente. Con una contraparte tan pobre el nivel del debate también desciende. No se discute, se niega, se inventa, se calla, se tapa.

Sí, claro, tienen razón, sería bueno verlo al Presidente en un debate profundo frente a alguien que no ve al mundo de la misma manera. Pero, ¿con quién? Si la economía corre riesgos porque el llamado primer mundo vuelve a presentar síntomas recesivos, ¿quién asoma con honestidad e inteligencia para sugerir lo que también se podría hacer? ¿Quién?

Esos medios le han dado a cualquiera que asome por ahí espacios llenos de veneno. Esos medios han preferido destruir y por eso la voz a gente sin talento. Palacio ha sido un síntoma y ahora la cuestión se ha profundizado, no darán marcha atrás, son incapaces de reconocer su error, no cejarán y tocará soportarlos sin remedio, solo que
el daño que inflingen es enorme. Un antídoto es la esperanza.

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