Los grandes medios y sus columnistas han coincidido en afirmar que “la consulta” ha dejado dividido al país. Es más, afirman que el presidente Correa es el responsable. ¡Nada más falso!
Simplonamente podríamos afirmar que la aritmética electoral muestra eso. En promedio, en la última consulta, por el Sí votó el 54% (4’068.647) y por el No un 47%: Esa no es una real división, puesto que hubo preguntas donde la diferencia fue de 250.000 y otra supera UN MILLÓN DE VOTOS.
Recordaremos que en la primera consulta para convocar a la Asamblea Nacional Constituyente el Sí obtuvo el 82% y una diferencia de 4’540.272 votos con lo que sacaríamos la misma conclusión.
En la segunda consulta para aprobar la Constitución, la mayoría del pueblo (64%) votó por el Sí, lo que representó 2’646.309 más que el 28% que votó por el No, sin nulos ni blancos. Entonces también estábamos divididos.
En elecciones unipersonales, en segunda vuelta, Rafael Correa derrotó por 828.217 a Álvaro Noboa y toda la derecha unida; y más aún, en su reelección, en una sola vuelta, obtuvo el 51,99%, con 1’638.272 votos más que los de Lucio Gutiérrez, que obtuvo el 28,24%. Entonces también nos dividimos.
Lo real es que siempre el país mostró división, entre las posiciones libertarias y patrióticas, progresistas y populares de la mayoría y las conservadoras y entreguistas, de los menos.
La tal división es la lucha permanente de las grandes masas populares, que se oponen a las posiciones oligárquicas y “peluconas”. Las mayorías han buscado con su voto el cambio, el progreso, para superar el estatus de explotación, marginación y discriminación, a las que han sido sometidas con la complicidad de malos dirigentes políticos y gremiales y la desinformación de la gran prensa.
El país históricamente ha estado dividido, debido a las viejas estructuras de propiedad, que provocan una gran concentración de la riqueza y las políticas de la partidocracia que la intensificaron. La oligarquía subordinada permitió el saqueo al país y lo hipotecó con alto endeudamiento, agravó la división entre explotados y explotadores, entre pobres y marginados y los poderosos monopolios, oligopolios de unas 500 familias; entre los oprimidos, que anhelan y luchan por sus derechos y libertad, y sus opresores.
En suma, nos divide no Rafael Correa, sino un hecho real y repudiable: el 10% más rico de la población absorbe el 42% del ingreso nacional, lo que es inmensamente superior al 1,1% que posee el 10% más pobre, lo que hay que superar.