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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Ovnis: mirar al cielo

23 de febrero de 2023

Los hombres y mujeres contemporáneos, aparentemente racionales, guiados sin embargo por el mito del progreso material, encadenados al consumo, solemos mirar sólo hacia adelante. Rara vez miramos hacia atrás. Nunca o casi nunca miramos al cielo; lo hacemos de vez en cuando hincados por la sobre presencia de una luna llena que por un instante nos vuelve poetas. Más, no es en realidad por su belleza que la miramos, sino porque nos construye un sentido de límite dentro del manto oscuro e incomprensible del cosmos, en el que yacen las preguntas sin respuestas y aquel vacío infinito que nos genera angustia. Huimos del cielo cada vez más. Las estrellas, presentes en nuestra niñez, están desapareciendo a nuestros ojos: las luces artificiales del entorno, nos impide verlas. Ahora nadie se acuesta en un petate alguna noche a mirar a las Tres Marías. Nuestros hijos no tienen memoria visual de las constelaciones que nos arroparon con su solo estar, hasta hace poco.

En la antigüedad la mirada al cielo era constante. El misterio era disuadido por el quehacer filosófico, el quehacer poético o los mitos. En la actualidad, la actitud filosófica es sustituida por un miedo latente al posible caos del cosmos. El miedo es llenado con relatos sobre el potencial descalabro del universo o la llegada de seres superiores, los extraterrestres, a los que relacionamos con el mito del desarrollo tecnológico y el anhelo de un mundo artificial que domine todos los principios de la naturaleza, tanto en la escala de la Tierra como en la escala del universo.

Más allá de la posibilidad de que exista vida en otros planetas, la fe en la tecnología nos hace imaginar que esos otros seres, en un estadio superior, han logrado una tecnología que vence al tiempo y al espacio, a partir de la creación de energías impensables que pueden atravesar el orden de los sistemas planetarios y evadir el caos de los agujeros negros. El mito de los extraterrestres con sus platillos voladores, confirma nuestra fe en una salvación mediada por la tecnología.

Mientras se desarrolla la religión teo-tecnológica, los poderes mundiales, símil de iglesias, intentan manipular el miedo como estado emocional generalizado en la sociedad global, para dominarnos y desviar la atención en relación a las consecuencias de un caos social y ambiental global, creado por su soberbia y minúscula condición espiritual inhumana.

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