Organizar la vida con base al horario de corte de luz o de agua; cerrar el negocio antes de que oscurezca para evitar en la medida de lo posible ser víctimas de la delincuencia; estar pendientes del tanquero de agua, monitorear la zona en la que vivimos porque los incendios no han cesado. ¿Nos parece una obviedad o lo estamos naturalizando? Es como una otra cotidianeidad; si antes lo fue el encierro y las mascarillas, ahora nos acompañan la oscuridad, las deudas y la ansiedad.
El año 2013, dos profesores de Economía y Psicología, Mullainahtan y Shafir, publicaron una serie de estudios que se preguntaron por el impacto de la escasez, un aporte impresionante y oportuno. Los investigadores mostraron cómo la privación tiene el poder de capturar toda la atención y de cambiar la mentalidad al impactar sobre la fluidez cognitiva y las tareas ejecutivas. Por ejemplo, el hambre nos hace cerrar el cuerpo ante el plato de comida y enfocar nuestra atención a todo lo que tenga que ver con ella; una reunión laboral pendiente nos tiene presos de sus procesos, incluso si estamos sentados en la gradería del público asistiendo el juego deportivo escolar de un hijo.
En escenarios de carencia, el "ancho de banda" cognitivo se encoge de tal manera que la capacidad para tomar decisiones también se ve afectada; la inmediatez es más importante que el futuro, la sobrevivencia no nos permite planificar o soñar una vida, nuestra proyección se reduce a una ventana estrecha de apenas dos semanas. Entonces, ¿Podremos preocuparnos por quién será el siguiente presidente de la nación o el alcalde? ¿Nos importa si ya capturaron a otro capo de un G.D.O, o si asesinan a tal o cual? Lejos de que esto parezca una pobre capacidad de ejercer ciudadanía, nos enfrentamos a algo más grave; la activación del efecto túnel a nivel cognitivo como una estrategia biológica urgente para seguir con vida. Este entorno de vulnerabilidad es propicio para que cualquier líder, independientemente de su formación o compromiso, pueda llegar al poder y gobernar con un estilo autoritario indiferente estas necesidades urgentes.
¿Qué hacer frente a esta realidad? El tema es amplio, complejo y crucial; el espacio de esta columna no permite una profundización exhaustiva; sin embargo, le propongo algunas pinceladas que podemos abordar en futuros artículos, estas, no pretenden simplificar las alternativas o presentarlas como una invitación para que se adapte pasivamente a las violencias estructurales.
Se requieren soluciones temporales mientras se resuelven asuntos estructurales: Necesitamos un mapeo eficiente que permita la identificación y la redistribución de recursos; instalar mecanismos creativos de soporte comunitario en condiciones de recursos limitados; activar un modelo de gobernanza con responsabilidad escalonada e indicadores mesurables; habilitar mesas interinstitucionales y en red con participación ciudadana.
El autoritarismo y/o la inercia ante esta nueva realidad son una sentencia de muerte, las estrategias y planes de acción deben diseñarse ahora, parte de la dignidad humana es poder soñar un futuro, es urgente recuperar la capacidad de hacerlo.