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El Telégrafo
Ramón Núñez

¡Otra vez la CIA!

13 de diciembre de 2012

Hace algunos años un periodista francés hizo un chiste político cruel. Expresó: “El único país que no sufre golpes de Estado son los Estados Unidos, porque allí no hay embajada norteamericana”. Esta verdad universal se ha repetido en sangrientos episodios a lo largo y ancho del planeta. Desde que el presidente Harry S. Truman fundó la CIA (central del terrorismo y el espionaje del Imperio), los pueblos han visto suelos invadidos, gobiernos derrocados, dictaduras entronizadas y cabezas decapitadas dondequiera. El cubil de los chacales, generalmente disfrazado y oculto, fue invariablemente alguna de las embajadas imperiales.

En América Latina padecimos tres décadas seguidas del intervencionismo criminal de la CIA. Fueron los años 60, 70 y 80 con una cadena de golpes dictatoriales cuya figura más emblemática se llamó Augusto Pinochet. En cuanto a las víctimas más destacadas, en un mar de sangre, fueron, entre tantos otros, Patricio Lumumba, “Che” Guevara, Salvador Allende, Jaime Roldós, Omar Torrijos. En nuestra patria, capítulo fundamental de los manejos de la CIA fue el derrocamiento del presidente Carlos Julio Arosemena (11 de julio de 1963) para montar en el poder una cuadrilla de esbirros bajo la denominación de Junta Militar, entre cuyas hazañas figuró la entrega de un tercio de la región amazónica al consorcio norteamericano Texaco-Gulf, con las desastrosas secuelas para las poblaciones, el medio ambiente y la economía nacional, de lo cual derivara el largo juicio y la sentencia de la justicia ecuatoriana contra la multinacional Chevron, que sustituyó a ese consorcio, y que deberá pagar a las comunidades amazónicas la suma de 19.000 millones de dólares, sanción a la que se niega obstinadamente, demostrando con ello su ningún respeto al derecho internacional. En alusión a este tenebroso capítulo de la historia ecuatoriana, basta leer el “Diario de la CIA” que en 1975 publicara Philip Agee, ex oficial de operaciones de la CIA en el Ecuador justamente durante ese período.

En cuanto al asesinato del presidente Roldós, basta citar las versiones de dos autores norteamericanos, Seymour Hersh y John Perkins, para conocer las implicaciones de la CIA en el horrendo crimen colectivo que ocurrió el 24 de mayo de 1981 en las montañas de Celica, provincia de Loja.

Ahora estamos frente a otras noticias de impacto, como son las declaraciones del periodista y ex diplomático británico Craig Murray, según las cuales la CIA habría destinado 67 millones de dólares para una campaña política destinada a impedir la reelección del presidente Rafael Correa en febrero próximo. Versión respaldada por otras, según las cuales la CIA participa en grandes operaciones de narcotráfico para llevar adelante las llamadas “operaciones encubiertas”, como sería el caso en este proceso electoral, escapando así al control de parte del Congreso y de los medios norteamericanos. Todo lo cual no constituye ninguna novedad, particularmente después del 30 de septiembre de 2010, desencadenado brutalmente, con muertos y heridos, según los manuales de la CIA, que aconsejan utilizar la guerra sucia (calumnias, distorsiones informativas, chantajes) como paso previo para desatar el golpismo en forma y, si hace falta, cortar cabezas por lo alto y lo bajo.

Guerra sucia que hoy recorre en los medios, en los discursos de la oposición e incluso en cuarteles policiales y militares. A pesar de lo cual, desgraciadamente, hay una enorme legión de tontos útiles que cree que la CIA nada tiene que ver con las cuestiones ecuatorianas. Por eso permanecen sordos al gruñido de los chacales.

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