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El Telégrafo

Otra mirada al problema de las drogas

30 de noviembre de 2011

La producción, tráfico y consumo de drogas ilícitas y otras sustancias estupefacientes son problemas de la humanidad. Sea que se trate de heroína originaria de Afganistán, cocaína colombiana o éxtasis sintetizado en Asia o los Países Bajos, su comercialización y consumo atentan contra la salud pública, resquebrajan las bases de la convivencia social y erosionan las instituciones democráticas y las relaciones internacionales.

Las “drogas” -solemos decirlo con impreciso aire de lugar común- siempre han sido un problema complejo. En 1856 la Segunda Guerra del Opio se inició cuando China negó al Imperio Británico el derecho a ejercer el libre comercio, a legalizar la comercialización del opio y a regular el  tráfico de coolies o los cuasi esclavos. En 1991 EE.UU. “concedió” a los países andinos (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú), dentro del Sistema Generalizado de Preferencias de la Organización Mundial del Comercio (OMC), un conjunto de preferencias arancelarias para incentivar la erradicación del cultivo de plantas de coca y de esta manera reducir la oferta mundial de clorhidrato de cocaína.

En ambos casos el factor comercial fue insuficiente para lograr lo que se buscaba. Fue necesario apuntalarlo con la fuerza: en 1857 una alianza anglo-francesa atacó Guangzhou (China) y la ocupó por cuatro años; en 1999 se inició el Plan Colombia y la ocupación militar norteamericana en la base de Manta. La globalización del capital tiene mecanismos cuestionables: las drogas viajan de Sur a Norte y las armas de Norte a Sur.

Las drogas también son un problema de salud pública (es decir de prevención del consumo y de rehabilitación de los drogodependientes), de desarrollo alternativo, de delincuencia, ambiental (por erosión del suelo) e, incluso, cultural (a manera de ejemplo: el consumo de la hoja de coca en el altiplano andino es un fenómeno social distinto al consumo clandestino de cocaína en Wall Street).

Una forma integral de asumir este problema es la discusión sobre la legalización de ciertas drogas. El ex presidente mexicano Vicente Fox propone “legalizar la producción, la venta y la distribución de las drogas”, para golpear la estructura económica de los cárteles. Milton Friedman (defensor a ultranza del libre mercado y de la dictadura militar chilena) sugirió en su momento la legalización. Joseph Stiglitz ha objetado las políticas antidrogas de EE.UU. y México porque no regulan el consumo y no crean oportunidades de empleo.

Para Ecuador, rodeado por los dos más importantes productores de cocaína de Sudamérica, las drogas son un problema sensible. Afectan su seguridad interna, sus relaciones fronterizas e internacionales, la seguridad ciudadana y la salud de sus habitantes.

La política pública para este problema debe, en consecuencia, considerar todos estos aspectos.

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