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El Telégrafo
Duglas Rangel Donoso

Oración

18 de febrero de 2020

 Estoy exhausto. Sentado ante el computador, tratando de buscar el mejor tema para escribir. Hoy, quiero escribir preguntas. Porque hasta ahora las preguntan saltan de aquí para allá y no me encuentran las respuestas. “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”, cantaba Neruda. Pero es la mañana, ha amanecido lloviendo y la claridad del día empieza a imponerse.

A las 09:00 en punto un perro me rodeó siete veces ladrándome mientras me impedía seguir mis pasos. Ahora unas palomas volando sobre mi cabeza. El tiempo transcurre y sucede. Saturno ha dejado escapar un anillo y ha venido a caer justo en el Vaticano, que ha recibido el golpe con estupor. El Papa ha ordenado tres misas de réquiem por la santidad de Saturno que reclama por su anillo desprendido.

¿Quién nos hace esta broma cruel de estar vivos todo el tiempo desde que nacemos para luego morir y ya no estar aquí  en este mundo pecador para siempre? Un alacrán ha cruzado arrastrándose por todo el desierto para llegar al Mar Muerto y morir ahogado por no saber nadar.

He decidido ir al cementerio y llevar flores frescas a la tumba recién abierta del abandono y la desidia. ¿Qué pensaba antes de nacer? Me siento en el vientre de mi madre. Esta pregunta me inspira. No hay respuestas. No hay respuestas que nos satisfagan en su totalidad. Algo nos falta. En la tristeza, en la abundancia; en la fortuna, en el dolor hay algo vacío que no se puede llenar.

¿Dónde está el amor? ¿Dónde está la paz? ¿Dónde encontrarlos o dónde adquirirlos? He entrado a la catedral para orar por mi salvación. La misericordia  no me alcanza. Me he olvidado del Padre nuestro y ya no estoy interesado en contestar mis preguntas con culpas y exorcismos. No hay calma. Está subiendo la marea y sobre las cruces sobre el agua  ha florecido el trigo y el oro perdido de los dioses. He recogido el trigo del tiempo y el oro de lo que viene y he bendecido los pasos de mis amadas hijas y de mi árbol de vampiresas que me acompaña noche y día y así se han reivindicado las horas. Madre mía y eterna ¿qué pensabas de mí antes de salir de tu vientre? Soy hijo de Nancy y de Jorge. Hijo de tu vientre bendito, amén. (O)

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