“Inundaremos Quito”: esta es la consigna que circula profusamente por Internet, revelando así el propósito de ciertos promotores de la marcha iniciada el 8 de marzo en El Pangui, Zamora Chinchipe, y que se propone llegar a la capital el próximo 22. En este caso, “inundar” no es un verbo cariñoso ni tierno, y está brutalmente presente en las inundaciones que sufren varias provincias, especialmente en la Costa, donde viviendas, vidas humanas, sembríos, animales domésticos y vías padecen la crudeza de un invierno implacable. Además, “inundar” la capital de los ecuatorianos trae el recuerdo de las iracundas amenazas de “tomar Quito” que, en sus momentos, hiciera León Febres-Cordero, cuando alcalde de Guayaquil, a la cabeza de las marchas en defensa de Fernando Aspiazu y demás mafiosos de la banca fraudulenta.
Claro que en la marcha actual hay que distinguir la oposición de la conspiración, pues se hallan presentes los dos elementos. Uno es la fanesca de ultraizquierdistas, izquierdosos inflados de vanidad y ansias presidenciables, demócratas electoreros, dirigentes sociales angustiados por recuperar vigencia, y derechosos no tan ultras. Esta franja de manifestantes constituye lo que podría llamarse, con beneficio de inventario, oposición política. A su lado y confundidos con ella, marchan los frustrados golpistas del 30-S, que “inundaron” Quito con sangre y lágrimas en su afán de acabar con el presidente Rafael Correa.
Hoy les mueve el mismo fin, pero en un contexto mucho más peligroso, cuando su amo del Norte -léase Gobierno de Estados Unidos, la CIA y el Pentágono- arrecian su odio contra la soberanía de los pueblos y proclaman abiertamente su decisión de acabar con los procesos liberadores de América Latina, señalando como blancos de sus disparos a Venezuela, Ecuador, Cuba, Nicaragua y Bolivia. Esto para comenzar.
Aguzando sus amenazas, Obama, el presidente guerrerista, acaba de darle plazo de 180 días a su secretaria de Estado, Hillary Clinton, para que consiga que los gobiernos de estos países abandonen su amistad con la República Islámica de Irán. ¿Qué viene después, si no lo consigue? Ella, desde luego, encantada; basta recordar cómo hizo la V de la victoria y bailó de placer al momento que supo que los secuaces de la OTAN asesinaron a Gadafi: el secuestro de Libia estaba consumado.
Cierto que los candorosos -por decirlo suave- niegan la presencia de peligros golpistas en el país. Así, en entrevista publicada en El Comercio el 11 de marzo, Francisco Rhon, cientista social y asesor de Alberto Acosta, afirma que existe “un contexto internacional donde es difícil la alteración de la democracia…No es una coyuntura para dictaduras”; con lo cual olvida que hace dos años la CIA y los fascistas de Honduras, por mano de militares y policías, derrocaron al presidente Manuel Zelaya y establecieron el terror.
Por su parte, los grandes medios llamados “independientes” cuadruplican el número de manifestantes y, de yapa, propician decapitar al canciller Ricardo Patiño, a propósito de la valija diplomática cargada con un quintal de cocaína, cuyo origen está por establecerse y que bien podría tratarse de un macabro paquetazo político, similar al que en 1986 fue colocado en el carro de Abdalá Bucaram, allá en Panamá, por maquinación del dúo Febres-Noriega. Todo puede ser en un mundo manipulado por las mafias y la CIA.