Al día de hoy, llevamos 133 días que la raza humana conoce a la enfermedad covid-19. La entrega anterior compartí varios avances que gente de ciencia han dado en pro de buscar la cura casi casi corriendo. Sin embargo, cada vez que, bendito Dios, tenemos un día más de vida, descubrimos “algo nuevo”, que más allá de alentarnos, incrementa nuestra preocupación: a) Al Rojo Vivo, en Telemundo: esta semana, en el estado de Nueva York (Estados Unidos), más de 70 menores de edad (niños) presentaron un nuevo síndrome inflamatorio (sarpullido, fiebre, vómito, dolor abdominal…) que deriva en ataques al corazón, post haber sido víctimas de la covid-19, o haber dado positivo para anticuerpos relacionados; galenos afirman que si se diagnostica a tiempo, hay buena respuesta. Aunque hoy se sigue investigando, lamentablemente a causa de ese síndrome, ya se registran tres bajas humanas; y, b) DW: estudio llevado a cabo por un equipo el Hospital Municipal de Shangqiu, en Henan, China, a 38 pacientes con SARS-CoV-2, de entre 15 a 50 años; a 6 de ellos se les encontró “material genético del virus” en su semen, y de estos 6: 4 estaban en la zona “aguda de la infección” mientras que los otros 2 estaban en la etapa de recuperación. Aunque manifestaron que tal estudio presenta limitantes (tamaño de la muestra) para decir que el nuevo coronavirus puede transmitirse a través de relaciones sexuales, motivan a continuar investigando.
Insisto: “¿Puede Ecuador confiar ‘en la sociedad’? O, talvez, ¿Ir a una política pública aislamiento/libertad/freno?”. De nuevo, miremos los casos de éxito, seamos más agresivos desde lo comunicacional para: erradicar la autosatisfacción ciudadana (“relajamiento”), educar y avanzar en ser sociedad civilizada, dado que la mayor responsabilidad está en los individuos. Hay un detalle: ¿Y si trabajamos en las burbujas sociales trabajadas en Nueva Zelanda? (O)