Esta semana se presentó en Quito el documental “Operación Jaque: una jugada no tan perfecta”, del periodista Gonzalo Guillén. En el documental se desmonta la arrogante definición que dio Álvaro Uribe y su entonces ministro de Defensa, Manuel Santos, a “la más perfecta operación de inteligencia militar en Colombia”. La operación fue presentada al mundo como una infiltración a los grupos que mantenían quince secuestrados, siendo los más notorios Íngrid Betancourt y tres contratistas norteamericanos, y como un infantil engaño a dos veteranos guerrilleros encargados de custodiar a los prisioneros. El documental muestra más bien que fueron los propios guerrilleros quienes entregaron a los rehenes, interesados en cobrar los 100 millones de dólares prometidos por Álvaro Uribe a quien permitiera su liberación.
En la presentación del documental, Janeth Hinostroza preguntó por qué el gobierno de Uribe prefirió engañar al mundo presentando el operativo como una acción de inteligencia y no como una evidente eficiencia de la política del pago de delaciones. De acuerdo a Gonzalo Guillén, en la operación confluyeron dos corrupciones: la del gobierno de Uribe y la de las FARC y su presentación como resultado de la inteligencia refuerza la tesis oficial de la solución militar del conflicto colombiano. Considero que también hay otras razones: el operativo buscó debilitar cualquier significado político del accionar de la guerrilla, lo que ha sido una constante en el conflicto colombiano.
Según el documental, cuando fue capturado en Quito, Simón Trinidad estaba gestionando con Francia la liberación de los secuestrados a cambio del reconocimiento de un estatus político a la guerrilla y la apertura de una oficina de las FARC en París, lo que era inadmisible tanto para Uribe como para los sectores de las FARC que viven de la guerra. El operativo vino acompañado de la deslegitimación de toda gestión internacional para una posible negociación del conflicto colombiano. La versión oficial de la operación Jaque también buscaba mostrar la importancia estratégica de la alianza del Gobierno colombiano con la administración Bush, mostrando una perfecta inteligencia militar, parangonable solo a la de Israel.
El pago por delaciones ha sido fundamental en la descomposición interna de la guerrilla, como se evidenció con la muerte de Iván Ríos.
En la operación Jaque el efecto de la delación también presagiaba uno de los más obscuros capítulos de la guerra interna en Colombia, como es el escándalo de los falsos positivos.