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El Telégrafo

Obama y el cambio climático

26 de mayo de 2011

La elección de Barack Obama como presidente de los EE.UU. resultó de los anhelos de cambio de una sociedad agotada tras los dos períodos presidenciales de George W. Bush. Una sociedad que demandaba un cambio basado en mayor igualdad y justicia, la vuelta al Estado del bienestar, la asistencia sanitaria universal, relaciones internacionales renovadas basadas en la confianza y respeto mutuo, el fin de la guerra en Iraq y Afganistán, y la lucha contra el cambio climático. “¡El cambio ha llegado a América!”, dijo Obama, la misma noche de su triunfo electoral. En aquel momento, el presidente de los EE.UU. no hablaba solo a sus electores, hablaba al mundo.

Las expectativas que el mundo puso en la victoria de Obama, en materia de cambio climático y otras, se desvanecen poco a poco. EE.UU., que provoca el 25% de las emisiones de gases que causan el efecto invernadero, no ha asumido el liderazgo que el mundo esperaba, para combatir el mayor desastre de la historia humana. En los países andinos, desaparecen los glaciares y demás fuentes de agua, como producto del aumento de la temperatura planetaria.

Las últimas cumbres de cambio climático celebradas en Copenhague (2009) y Cancún (2010) fracasaron. La reunión preparatoria para la cumbre de Durban, Sudáfrica, realizada en Bangkok en días pasados, tampoco fue promisoria.

La negación a reducir las emisiones de carbono por parte de los países ricos del Norte, la carencia de una medida vinculante para combatir la crisis climática y el egoísmo hicieron que esos foros no llegaran a acuerdo alguno.

De acuerdo al World Development Indicators, entre 1990 y  2007, las emisiones de dióxido de carbono aumentaron en todo el mundo (en EE.UU., un 20%), excepto en algunos países europeos. La crisis financiera internacional, que se inició en el último trimestre de 2008, frenó el aumento de emisiones un par de años, pero  estas continúan excediendo en un 50% el nivel tolerable.

Si se puede dar crédito a los WikiLeaks, Todd Stern, el negociador de los EE.UU., habría recurrido a las amenazas y a las promesas de donaciones monetarias (caso Etiopía y las Maldivas). Esa misma fuente revela cómo la ex embajadora del Gobierno de EE.UU. en Ecuador no habría apoyado la iniciativa Yasuní-ITT, cuyo éxito abriría un nuevo escenario para la defensa de toda la cuenca amazónica y, por lo tanto, traería un beneficio mundial para enfrentar el cambio climático. Ecuador, que aporta en forma reducida a las emisiones de carbono globales, tiene que persistir en la iniciativa Yasuní-ITT. Los presidentes del mundo rico, con Obama a la cabeza, tienen que pasar de los discursos a los hechos para contrarrestar un fenómeno que tiene efectos devastadores para toda la humanidad.

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