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El Telégrafo
Gustavo Pérez Ramírez

Obama, el ilusionista

29 de marzo de 2016

En su discurso en el Gran Teatro de La Habana el segundo día de su histórica visita a Cuba, el presidente Obama hizo gala de oratoria mostrándose conciliador, para expresar lo que quiso que se oyera, no solo en Cuba, sino en Miami, empeñado en quedar bien con todos, como lo haría en Argentina con la magia de sus palabras.

“He venido aquí para enterrar el último resquicio de la Guerra Fría en el continente americano” proclamó orondo, no obstante su amenazante intervencionismo en Venezuela, y el empeño inocultable de oponerse a todo tipo de gobierno progresista, para imponer  el sistema económico del mercado libre, la supuesta sociedad democrática, otrora el ‘sueño americano’, hoy quimera.

El epílogo es igualmente seductor: “Mi visita renueva mi esperanza y mi confianza en lo que hará el pueblo cubano. Podemos hacer este viaje como amigos, y como vecinos, y como familia. Juntos. Sí se puede. Muchas gracias”. Lo dicho quedó desvirtuado con su espaldarazo a favor de la política de Macri en Argentina, con quien estableció la efectiva amistad para el viaje simbólico prometido.

Destaco el párrafo clave del discurso en el que sintetizó su mensaje para el Gobierno y pueblo de Cuba: “Los ideales que son el punto de partida de toda revolución –la revolución de Estados Unidos, la revolución de Cuba, de los movimientos de liberación de todo el mundo– encuentran su expresión más verdadera, yo pienso, en la democracia. No porque pienso que la democracia en Estados Unidos sea perfecta, sino precisamente porque no lo somos. Y nosotros –al igual que todos los países– necesitamos el espacio que la democracia nos da para cambiar. Les da a los individuos la capacidad de ser catalizadores para pensar en nuevas maneras, y reimaginar cómo nuestra sociedad debe ser, y hacerla mejor”.

Reiterado juego de palabras. Obama sabe que su país se ha opuesto a que Cuba tenga su espacio propio para cambiar, desarrollando una sociedad alternativa a la de los tiempos de Batista. Desde un primer momento,  a través de la CIA, se trató de asesinar al líder revolucionario y acabar con la Revolución con toda clase de boicoteos y hasta invasión armada, felizmente fallidos.  

No es esperanzador el cambio de actitud que propone Obama al término de su 2ª administración, así haya reconocido los grandes logros de la Revolución cubana, especialmente, su “recurso extraordinario; un sistema de educación que valora cada niño y cada niña”.

La minoría republicana que rige los destinos del país no permite levantar el embargo, a pesar de que una mayoría de los estadounidenses está a favor de la derogación, y de  que cada año, por dos décadas, el bloqueo es condenado en la Asamblea General de la ONU por todos los países del mundo, excepto Israel. En cuanto al cierre de Guantánamo, Obama lo ha prometido varias veces. Palabras nada más.

Si los republicanos llegaran a imponer un gobierno abiertamente fascista con Trump, se incrementarían la expulsión de inmigrantes, la xenofobia, las guerras de conquista y se terminaría de amurallar al país. (O)

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