Nuevos jueces o un saludo a la bandera. Esa es la gran interrogante que nos hacemos las personas de calle frente a la designación de catorce jueces “anti corrupción” adjetivo que no lo compartimos y no sabemos de donde lo sacaron pues al parecer los que tienen competencia para juzgar los delitos de cuello blanco o almidonado no han estado capacitados para ello o se ha evidenciado corrupción en sus actuaciones, caso contrario no sería necesario, y por eso generan una nueva especímenes de jueces, que conocerán dicen 44 tipos penales relacionados con corrupción y crimen organizado. No será que están mal copiando a los españoles en una suerte de neocolonialismo jurídico?.
No hemos escuchado al Consejo de la Judicatura dar una explicación lógica del aparecimiento de esta categoría de jueces con competencia territorial a nivel nacional y con sede en la ciudad de Quito. Lo que si está clarísimo es que se hace presente el centralismo una vez más, pues vale recordar lo que dice la abuela de la casa, que el verbo quitar se acuñó en Quito. Imperdonable que la justicia esté centralizada.
O es que así van a poder “controlar” mejor y evitar las tentaciones del poder y las metidas de mano a la justicia, pues a media voz se escucha decir que no es lo mismo tener cientos de jueces conociendo ese cáncer que destruye la ética como es la corrupción, que unos pocos seleccionados por el mismo órgano que luego los sancionará. Réquiem por la independencia de los jueces.
Si existe alguna lógica y que es la especialización, la etiqueta no calza, porque la esencia de cualquier juez es no sucumbir a la corrupción que es la edad de la patria incluida la de patria grande de la que muchos se ufanan. Sí a la especialización por lo que lo correcto hubiese sido que también se cree una unidad especializada de fiscales anticorrupción, pues sabemos que el juez responde a la iniciativa fiscal y que muchas denuncias e informes quedan en los dormitorios fiscales.
Lo que sucede es que se ha concentrado el ejercicio y control de la función judicial, pues para garantizar la independencia de los jueces el órgano que designa no puede ser el mismo que sanciona como sucede hoy con el Consejo de la Judicatura, reconociendo el origen político de la designación de los vocales del órgano de administración y gobierno. Ergo, un saludo a la bandera. Y a lo escrito se suma que el concurso de méritos y oposición no es el aval suficiente para ser juez.
Que gratificante y saludable para la justicia ecuatoriana hubiese sido que estos jueces fueran sometidos –como se hace en otro lares- por una sola vez a una prueba de confianza para verificar y garantizar la idoneidad del candidato, que conlleva cuatro exámenes: la prueba del polígrafo, un estudio psicológico de la persona, un análisis toxicológico para verificar la no presencia de sustancias estupefacientes o psicotrópicas o de alcohol, y un estudio socio-económico presentado por el aspirante el cual es analizado y verificado. Eso es lo políticamente correcto si es que los ojos estaban puesto en la salud de la justicia ecuatoriana que está resquebrajada.
Y es que para gozar de la confianza del pueblo, no basta que los jueces sean justos; es menester, además, que su comportamiento los haga aparecer como tales. Verbi gracia, el fiscal que se palanqueó el caso mediatizado golpeando a su compañera, no puede ser juez así de sencillo. A lo escrito se suma que siendo la justicia un derecho, el juez debe ser imparcial, independiente y competente, esto es sabio conocedor de la Constitución y la ley, lo que se verá en el día a día porque la prueba rendida no dice todo y no responde a la exigencia constitucional de tal suerte que hoy por hoy la justicia esta empañada con los “jueces de alquiler” que conociendo garantías constitucionales generan impunidad e inseguridad jurídica. Jueces estos que son pocos pero mancillan a toda una institución. Es el momento de evaluar a los jueces. Ser digno sin llegar a ser orgulloso, y al mismo tiempo humilde y no servil. Los horizontes del juez están fijados por la Constitución. El escepticismo se ha apoderado de nosotros de ver tanta impunidad, injusticia y desfachatez.